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REFLEXIONES

Ricardo Hernández López

Cansado del trabajo, aburrido y sin esperanzas, me atrevo a reflexionar sobre el vacío de mi vida, del tormentoso amor, de engaños y pasiones aburridas, ¿aburridas? ¡No! Tormentosas, ¡sí! Del alcohol nunca guardado, siempre bebido; el fútbol amateur de los domingos deportivos donde sufría las inclemencias del sol al mediodía, o los partidos vespertinos de los sábados, en plena época de lluvias: lodo, agua y granizo ¡pero bien vivido! Los goles, los penaltis, los aciertos y fallas, el trofeo de campeón, las rodillas raspadas, los zapatos polvosos y desgastados.

Por otro lado, la guitarra, las canciones ¡ah, qué recuerdos! Momentos que parecen de otra vida, como si ya hubieran pasado siglos de aquellos tiempos: la escuela, los días de pinta, las novias cándidas o crueles, las peleas callejeras y los exámenes sin tregua, mi madre aún con vida, mis hermanos y mi padre, como tesoros añejados que respiran. Del cabello todavía sin canas, del trabajo nocturno en una fábrica, de ser aprendiz de albañil toda la vida, de los poemas breves, de los sueños de locura: ideales, fantasías. ¡Eso sí! Aventuras por doquier, desde los siete años mis ausencias a dormir en casa, rebeldía infantil que aún no termina. Pero, ¿entonces qué atormenta esta alma mía?

Quizá la apatía de vivir en otra parte del mundo, de amigos cansados y miradas perdidas, cansado del camión, de los zapatos, de órdenes jerárquicas, de ropa incómoda y vetusta, de los lentes, de las canas, de ser yo mismo, de no darme tiempo para escribir, para pensar, para recrear novelas y sueños guajiros. Tiempo para escuchar mis latidos, tiempo para observar mis arrugas, mis callos en los dedos de los pies o las venas saltadas que se marcan en mis manos.

Tiempo para mirar y comprender por vez primera que soy un simple mortal que algún día tendré que morir, y que pase lo que pase, mi vida, esta aburrida, cansada y tediosa vida es sólo mía. Al final de ella me daré cuenta de lo estúpido que he sido, porque tuve todo para ser feliz, cuando feliz significa vivir, sentir frío, tener hambre, soñar, tener una familia, trabajar, y no por dinero, sino por misión personal; tener hijos no para perpetuar el apellido, sino para volver a mirar mis ojos en un pequeño ser y poder así apreciar uno de los milagros del universo; para asombrarme ante los logros del hombre y maldecir sus acciones oscuras: guerras, muertes, cárceles, poder y anarquía. Tremendo error cometí al no estar cuando lo pude, en no amar a mi madre sino hasta su muerte, en gritar y poner mala cara ante la vida, en ser yo mismo mi apatía, cansancio y agonía.

No sé si mañana será el último día, pero alguna tarde o una noche dejaré este mundo. No soy capaz de predecir a dónde iré, o, como en las películas, si al último suspiro se oscurece para siempre la visión. Pero me he tomado unos minutos para escribir sobre cosas vanas, pensamientos sueltos, ideas sin orden, en este lugar rodeado de pinos, sentado sobre el verde pasto, mirando a las pequeñas arañas y hormigas sobre un claro del terreno mientras escucho a lo lejos el trinar de los pájaros,  observo también la elegante pose del sauce llorón que a unos cuantos pasos se compadece de mí, o al menos eso es lo que parece. Miro a mi alrededor, unos jóvenes juegan básquetbol, dos hombres están corriendo sobre la pista de tezontle que rodea el pequeño lago. Sobre la acera, y ya fuera del parque, la gente camina deprisa, con su propia historia y sus propios problemas; un local comercial presenta un letrero de “se renta”, autobuses urbanos transportan vidas, una escuela, casas de colores y mientras tanto yo aquí, apurado en escribir esta notas, y recuerdo el inicio de mi escrito: cansado de la vida, del trabajo y sin esperanza. ¡No! No es así, estoy cansado, pero de mí, de mi aburrición, de mi mala cara ante la vida, de lo cruel que he sido con la gente que me rodea, no es el trabajo, no es el clima, mucho menos la familia. ¡Soy yo! El único culpable, este cerebro cruel que me lastima y no deja salir a mi otra parte, son las ideas arcaicas que me obligan a sufrir. ¡Pero no! A pesar de todo soy feliz, aunque no lo pueda definir: respiro, veo, siento y escucho. Soy capaz de razonar, aunque a veces no me sirve de mucho. Disfruto el aire fresco con aroma a vida que entra a mis pulmones, siento el callo de mi dedo medio cuando escribo, puedo ajustar los lentes a mi rostro, como para confirmar que estoy despierto, mientras las hojas caídas de los árboles tapizan el pasto a mi alrededor. En fin, sin darme cuenta tuve unos minutos para escribir, me di la oportunidad de recordar y plasmar mi recorrido por algunos instantes de mi vida mientras tú, querido lector has dedicado minutos para leerme. ¡Somos dos almas! Tú allá y yo aquí, yo escribo y tú lees, somos complemento temporal. Después de esto, cada quien regresa a su vida normal, a su cotidianidad, a los problemas y dichas, a su familia, a sus ruidos, paisajes y cansancios. Bonito adiós para dos seres. Me voy, tengo tanto por escribir, tanto por hacer, que el tiempo se me hace tan breve, y reflexiono: he sido feliz, y la vida, alegre o aburrida es vida, lo es tanto la eternidad como el instante, y yo vivo el instante, aunque me gusta escribir de eternidad.

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3 comentarios en «Reflexiones»

  1. Quiero felicitar y agradecer al doctor Ricardo por la aportación que ha hecho a todos los que leemos lo que en este interesante sitio web se publica.

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