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DE ROBLES A PALMERAS

Martha Arelis González

¿Qué es la fuerza en realidad? ¿Tiene algo que ver con la constitución física? ¿Con el carácter acaso? ¿Por qué a los hombres se les ridiculiza y humilla si lloran ante algo que los hace entristecer o alegrar? Será acaso que, ¿su “fuerza” se pone en entredicho?

Pareciera ser que la “fuerza”, el elemento distintivo de la hombría o masculinidad de los hombres poco tiene que ver con el vigor o la robustez para mover algo o, con la vitalidad e intensidad para vivir, es más bien un elemento que indica poder, capacidad de control o autoridad y dicho poder tiembla ante la sola insinuación de “debilidad” y, las lágrimas son un signo de debilidad solo permitido al sexo opuesto. ¿Cómo se podría ejercer el poder si los hombres presentan esa muestra de falta de carácter? ¿Cómo podrían asumir el mando y control de una familia si son seres vulnerables? No, ¡los hombres tienen que ser fuertes como los robles! Recios, duros, inflexibles, primero muertos que doblegarse ante nadie.  Independientemente de las circunstancias o de lo que estuvieran viviendo, esa imagen era la que era pasada de generación en generación, sobre lo que ser “hombre” implicaba. Y los robles eran la mejor analogía para entender lo fuertes, poderosos e imponentes que  estos pueden llegar a ser justo como se esperaba o,  se espera aún que los hombres sean. Por eso, hoy nos debemos replantear esas expectativas que, aunque válidas y necesarias en algún momento histórico de la vida en muchos contextos, hoy más que nunca necesita ser renovada para vivir mas ligeros, sin cargas inútiles, sin culpas, para aceptar nuestra humanidad en todo su esplendor, con sus emociones, sentimientos, culpas, pasiones.

En un momento en el que se está luchando tanto por detener la enorme violencia en contra de las mujeres en todos los ámbitos, debemos de hacer lo propio con la que se ejerce de manera tácita pero continua en contra de muchos hombres que se atreven a demostrar su “hombría” de manera diferente, aquellos a quienes no les importa llorar porque ven a un hijo en peligro, o por una escena de alguna película y que decir de aquellos que ríen a carcajadas con su pareja o de aquellos que  con el corazón en la mano dicen: te amo, aunque eso los haga ver entre sus amigos varones como: mandilones, poco hombres. Sin olvidar a aquellos que ejercen su autoridad ya sea en el ámbito laboral o familiar de manera diferente, a través del diálogo, de la asertividad, de la flexibilidad y la apertura, como las palmeras. Sí, las palmeras son flexibles y ante las tormentas son capaces de doblarse, hasta casi partirse, para luego volver a erguirse soberanas, listas para la siguiente pelea, y sus hojas abiertas son una muestra de su evolución, ya que el viento puede fluir con mayor facilidad evitando producir resistencia, y así poder aguantar más.

Tenemos que replantear el significado de “fuerza”, entender que el llorar no hace menos fuertes, valientes o poderosos a los hombres, ni tampoco más vulnerables, solo los hace “imperfectamente humanos” y eso es una bendición. Nadie sabe lo fuerte que es, hasta que es capaz de aceptar sus debilidades y pedir ayuda.  Los robles seguirán siendo hermosos, imponentes, inflexibles, fuertes y su madera seguirá siendo apreciada indudablemente, pero en tiempos de cambio constante y abrupto, de incertidumbre por el mañana, de altas y bajas emocionales y económicas como el mundo de hoy nos lo está mostrando, ser flexibles y, saber fluir con el viento será indiscutiblemente más saludable y nos traerá más paz mental y espiritual. ¡Seamos palmeras, pues!

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3 comentarios en «De robles a palmeras»

  1. Los hombres también tienen derecho a sentir y a mostrar sentimientos y emociones que no son propias solo de las féminas.
    Excelente, amiga. ¡Felidades por este artículo y por tu incursión en el mundo de las letras! ??
    ¡Te abrazo fuertemente!?

Responder a M. Yedenira CidCancelar respuesta