Yacen pensando en la revolución
en una alfombra bañada de migajas,
probabilidades de emprender con certeza,
certeza que a sus padres tal vez disgustara,
revelarse que no es solo cosa de pobres,
tarde o temprano
el proletariado anudara la corbata
y la lumpen dejara la bolsa o el pañuelo
y contemplara el libro.
Empezaron cuatro y unos tantos,
cantos a la brisa que se grafitearon
en las fachadas de casas, edificios
vitrinas y comercios.
Eran los gritos que promulgaba
la decisión privada, la opinión expedita,
un acuerdo de alentados y juveniles cuerpos
que frente al látigo y la opresión
modificaron el arma más letal
cargada por todos los asentamientos
“La palabra”
Se había incorporado, reivindicándose
erupcionando masivas voces
banderas y melodías,
Imagen de un carnaval, fiesta en los adoquines,
sin cesar al objetivo,
sin temor a la muerte,
sin arrepentimiento alguno,
consientes de algún motín
que de estándares se darán revueltas.
Ya el lenguaje entraba tumbando tiranos,
y dar un paso atrás, era darles escondrijo a los roedores.
Irán por ellos, ellos que lo peleaban todo
y los otros, los del trono lo desvalijan
Pues los jóvenes no eran la causa, fueron la consecuencia.
La codicia les cabía en la cabeza
como una tesis que presentarían un:
—No más de que yo no pueda
Y que los derechos sean teoría—
Habían estudiado
las fórmulas, las magnitudes
los diámetros, hasta las matrices
fueron concluidas
en que su matemática era muchos más exacta,
y solo ellos tenían la respuesta, el antídoto
para cortar los hilos
que los figuraban como marionetas.
Era romper con el ideal y, muchos temían
y vivían a cuestas o raspando ollas,
la ilusión por un país mejor, no dormía, seguía creciendo
hasta que su voz llegara a apagarse por algún fusil desentendido
y fatuo.
Sí, eran pobres, unos jóvenes
todos remendados
a veces descalzos, otros con la quijada montaraz
con unas fisuras y peculiaridades más emancipadas y reciprocas.
El tabaco los ponía a escribir o a dibujar,
deseaban dar el golpe,
dejando la alfombra,
recogiendo las migajas,
era una matemática, era una ciencia,
caminar y muchos eran unos prematuros,
con el pan bajo el brazo, el libro
Alguien sin rostro por la alcoba vociferaba
—¡Ustedes que van a saber… Estudien vagos! —
Habían estudiado
se echaron el país al hombro
y decidieron levantarlo.