Me apasiona mirarte a los ojos y descubrir en ti un minúsculo universo de estrellas llameantes de dragones y quimeras, mientras alrededor nuestro gira un mundo de soldados citadinos que luchan por sobrevivir.
En tu mirada cristalina me olvido de esa realidad forzada hecha de costumbres y ajetreos, por eso arremeto contra este inmaduro reloj que marca un tiempo inventado, una abstracción humana para marchar todos al unísono y así dirigirnos a un tiempo de hastío y compromiso. Mas claramente lo sé, tú eres mi tiempo, mi reloj de amor, mi cosmos, mi deseo. Y cuento los segundos en tus labios y los minutos en tu enamorada respiración.
Mi espacio se construye de letras, y existe cada vez que deletreo la llave mágica de tu nombre. Así vivo mí tiempo: intenso, apasionado, loco. ¿Por qué conformarse con marcar los días o los años como lo indica el péndulo? Si en tu piel me pierdo por una eternidad aunque solo transcurran breves instantes para los otros.
Que cada quien respire su propio tiempo, tú y yo inventamos nuestra vida a partir de un solitario e inolvidable beso, desde entonces, y a pesar de todo, caminamos de la mano en este infinito universo de la esperanza. Por eso, si después me sobra tiempo, del real, del tatuado en todos, lo ocuparé en pensar en ti, en extrañarte, en sentir el latido de necesitarte mientras la gente piensa que vivo, que trabajo, que soy feliz. Nada de lo que dicen es cierto, no me sobra tiempo, me faltan instantes para recordarte.
Ahora, casi en el final de mis días, iré a buscarte una estrella, lejos, allá, en el incierto mundo de los amantes, junto al mito de Shakespeare y Julieta y les hablaré de ti, de mí, de nuestra vida y amor, y créeme, la envidia les atormentará a cada instante. Durante ese viaje pensaré en ti, en tus lindos ojos, en tu voz, en tu destello, y escribiré como castigo infinitamente esta historia, estos versos, este amor, este lamento a destiempo.