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NOCHES Y NIEBLAS

Alberto Bejarano

 

TAL VEZ LA ESCRITURA

Tal vez la escritura
cómo (no) saberlo
sea el aguijón hacia dentro
repetirse
Los dioses no tienen instintos ya
doy vueltas en la cama
me levanto, tomo gotas homeopáticas
orino a cuenta gotas
casi
no me duermo
tal vez
vengo a escribir, no,
vaciarme en la oscuridad
qué poca tinta se requiere para eso
la muerte acecha en cada esquina
línea
anoche soñé algo parecido
yo, solo, bomba de gasolina, motos que van a mil
¿qué hora es?
las últimas bombillas titilan.

 

 

OTRO NOMBRE NUEVO

Supo arrancarse el corsé:
desapareció de los cafetines
el vestido negro ceñido se empolilló
su piel se fue marchitando
atrás quedó el sudor, el brío, el rumbón melón
antes había hecho de sus caderas el tam tam
cabalgadura de potros jóvenes
danza de los siete velos salpicada por rones baratos y cigarros negros
Sabía cómo hacer desvariar a un hombre
surcir con sus labios y dientes al viento el pudor
apretar las piernas en el minuto indicado
gritar nombres de cualquiera
al irse el pasajero, se desprendía del olor sofocado del macho
y solo horas después podía lamer sus heridas
y con sal conseguir su propio orgasmo.

 

SONÁMBULA LA BAILARINA

La bailarina sonámbula lleva los ojos abiertos, curados de viche.

Como si fuera una llorona loca

Susana soca

Susana San Juan

despojada de sí

misma es más bien, digo yo, una usurpadora del ritmo de su madre.

Quienes todavía se cruzan con ella

rincón oscuro de las madrugadas heladas

revulu de hombres abatidos y de jóvenes apurados,

saben que no miento.

¿Hablo conmigo mismo como si estuviera hablando con ella?

contigo

esfinge solitaria patinadora mocha fañosa

saltimbanquiaodora acompasada perra de los dioses muertos: bailarina sonámbula.

No te vistes de seda ni a la moda ni ciñes adornos de Menina fatal.

Tu pelo corto, tus gafas caídas, tus largas bufandas que colgaban de la silla,

no alcanzaban a decir nada de ti

era tu corsé interior el que te definía

como buena mujer bogotana de abolengos coloniales

descendiente de vascos mercaderes que en estas tierras se enriquecieron.

Judía o mora o las dos mora Morita Mora la la la Ladina

Dima,

como un lamento guajiro de contrabando apretujado bajo los rieles del tranvía quemado.

El origen, tu origen, es traqueteo de bueyes cansados, de mulas embarradas, de fango, fango fango.

Sabes que estoy hablando de ti en voz alta. ¿Te chocará cuando me escuches?

Tintineo de copas de fondo acompañan este ron roneo,

seguidilla de flashes de la memoria azotan, el tiempo que se disuelve,

lenta y a la vez presurosamente

como la escarcha de los viejos nevecones que no se desfrizaban solos,

a los que había que apurar manualmente, cincelarlos con cuidado,

evitando que el gas saturnal se escapara de su eterno cautiverio entre los hombres.

Así como hay ladrones del fuego, los hay del hielo. Los del fuego buscan la libertad, los del hielo el olvido.

Los desfrizadores somos parias, animales malditos,

ratas de laboratorio que roen las partidas de matrimonio de las notarias.

Ronroneadores del run run: rinrines congelados.

Las sílabas se me pegan a la lengua seca.

Dejaré de dictar un momento (…), salud, brinda conmigo por los muertos,

nosotros, tomate este viche curado conmigo bailarina sonámbula.

Mi voz ahora es ronca.

Quizá no la reconocerías si me escuchas

A estas horas, buscando quién nos desfrice,

a los ropavejeros tullidos, nos toca encomendarnos a San Felipe,

el santo de los no madrugadores,

de las gentes de poca fe que no creen que al que madruga Dios le ayuda.

Rompe saraguey.

Rompe. Digo rompe, no digo suelta como en otros tiempos

cuando conocí a la bailarina.

Ya lo sé, no le hablo a la misma persona,

ya no tienes el pelo corto ni tus gafas cuelgan ni usas bufandas.

Eres más ligera ahora.

 

 

LAS PALABRAS NO REPETIDAS

Las palabras NO se repetían.

NO doblaban campanas en un entierro popular.

En procesión las palabras como las pieles quemadas.

El vecino escuchaba rap, se colaba el olor a hierba.

Ritmaba el aire en los alrededores,

tambores de mis recuerdos me estremecían.

No alumbraban noches en mí.

Fumaba desteñido amarillos papeles

armados con retazos de hojas sueltas.

Los periódicos se apilaban en la escalera del edificio:

          crucigramas a medio armar
          bigotes sueltos a las fotos de hace 100 años.

Un punto muerto.

¿Dónde creí estar?

No lo sabía.

Dejé de ser una persona natural

me puse un nombre nuevo

de santa popular del medioevo español

Dejé de vestirme de negro

me pinté los labios

A la tarde y a la noche

se me vio de repente tarareando canciones de rockola.

Trabalenguas de guarachas

En un taller oblicuo, de paso al boquerón

mis uñas violetas también brillaron al sol

me tomé unos tragos de más sin desvariar culpas

fueron alambiques rebosados de la vía al mar

Ave rara avis me dijeron

Mas no me importó

busqué refugio entre los tejados verdes y blancos

preparé pócimas con hierbas amargas del mercado

escribí en una libreta aforismos

salidos de viejos recetarios de mi abuela

mi cuerpo se ensanchó con mis salidas nocturnas

me sentí más mortal, más perecedera

menos predecible menos fatal.

 

 

NOCHES Y NIEBLAS

 

Yo no estuve en Auschwitz

Yo no estuve en Hiroshima

Yo no estuve en Okinawa ni Nagasaki

Yo no estuve en Bojayá

Yo no estuve en El Salado

Yo no estuve en La Gabarra ni en Trujillo

 

 

COMO UN BOLERO TRASTABILLANTE

 

Como un bolero trastabillante

de esos que se tararean aún en los colectivos al alba

la rodada del que nada espera

la muerte que no da vida

la gran carpa del mundo

no concebida

como una cantina en el día de los muertos

calaveras andantes nos guiñan el ojo

– no te salvarás

la espuma es el hombre fuego

el amor es un arte marcial

mientras los créditos corren de largo

afuera unos luchan mientras otros se esconden.

Uno no logra ver alumbramientos

se lamen helados tristes en bodas ajenas todo se desvanece…

 

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1 comentario en «Noches y nieblas»

Responder a M. Yedenira CidCancelar respuesta