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LA PRIMERA RESISTENCIA DE UNA NACIÓN

Juan Manuel Gómez Cotes

Entre una infinitud de matorrales y bajo un sol abrasador que pareciera querer incinerar todo lo que se mueva sobre la arena se alza el rancho de Jimai, un joven cazador wayuu quien en su enramada de yotojolo recibe la visita del tío Arijira, jefe del Ei’ruku Ipuana y los demás guerreros que hacen parte de este linaje, dueño de las paradisiacas playas de la península de La Guajira. El motivo que los ha llevado a reunirse en la sombra de este bello infierno es pensar en la manera de vencer y desterrar a unos alijuna que llegaron hace muchas lluvias provenientes del mar y que se han quedado a vivir edificando un poblado no tan lejos de donde se encuentran. Estos extraños de piel blanca a pesar de ser tan pocos en número tienen poderosas armas capaces de cercenar cualquier parte del cuerpo y visten con trajes raros que no son propicios para caminar y trabajar bajo la luz del amo del cielo. La estrategia que se les ha ocurrido a Arijira y su sobrino es rodear ese poblado de invasores y no permitir que salgan a quitarle los hijos a la madre Mma para que calmen su hambre.

Arijira, Jimai y sus hombres al siguiente sol rodean la población y los enemigos intentan vencerlos con sus fuertes y filosas armas, pero deben retroceder y resguardarse ante las numerosas flechas que les disparan los guerreros guajiros. Los Wayuu han logrado que los alijuna se sientan rodeados y que opten por defender el poblado en vez de atacarlos, la estrategia ha valido la pena.

Estos invasores construyeron la población hace muchas lluvias y se dedicaban a robarles las perlas a Pulowi, la dueña de las playas, para cometer ese sacrilegio usaban a otras almas desgraciadas como buzos, estos eran parecidos a los Wayuu pero su idioma era diferente y eran oriundos de otros lugares a donde los extraños de piel blanca llegaron y para el infortunio de estos los vencieron y volviéndolos sus esclavos.

Por esa falta Pulowi decidió usar a Arijira despertando en él la intención de expulsarlos de allí, los pensamientos del poderoso señor giraron a la preocupación de que los alijuna estaban cerca de las playas del Jepira, un sitio sagrado para ellos, el lugar de descanso de las almas de sus muertos.

La lucha infernal se había prolongado por varias lunas, los invasores no habían podido salir a sus barcos anclados en las playas, Arijira y Jimai perdieron a varios de sus hombres, pero saben también que se han llevado por delante a muchos del enemigo, los han estado asfixiando y no existe la tregua, la victoria es inminente y por eso siguen acercándose más y más al poblado para ganarles terreno.

Un espía le dice a Arijira que los alijuna han cavado una fosa en el centro de su miserable poblado donde han estado quemando a los muertos, tanto los caídos en combate como los esclavos han fallecido debido a las enfermedades que les provocó Pulowi por sumergirse en sus dominios para extraerle sus riquezas. Jimai cree que hicieron eso con el fin de evitar que los pocos que quedan mueran por Wanülüü.

El humo de los cuerpos de los desdichados se eleva hasta la claridad del cielo y es visto desde lejos adornando el atardecer y dándole un aspecto infernal, Arijira y su sobrino, contemplan ese paisaje. Para los Wayuu los muertos son sagrados y se debe evitar la profanación de los cadáveres, las tumbas y los cementerios. Durante la noche, algunos de los invasores aprovechan una distracción de los hombres de Arijira y Jimai logrando escapar en unos caballos con dirección hacia Bahía Portete, los guajiros liderados por Jimai al darse cuenta emprenden su persecución.

Cuando Jimai llega a las playas de Bahía Portete es medianoche, demasiado tarde, los alijuna tomaron uno de los barcos que estaban anclados allí y se dirigieron mar adentro, el mismo de donde llegaron hace tantas lluvias. Decepcionado él regresa a donde su tío a darle la mala noticia, pero este lo tranquiliza y le dice que lo importante es destruir ese poblado y proteger las tierras sagradas de sus muertos.

En esa misma madrugada, los Wayuu se preparan para el asalto final, de pie reciben los toques de un amuleto por parte de una ouutsü que ha llegado de la ranchería de Jimai, esta anciana cree que con esos toques bastará para ganar la batalla sin sufrir tantas bajas porque contarán con la fuerza de los Seyuu, los espíritus bondadosos, los guerreros confían en lo que les dice la ouutsü y alistan sus flechas para sorprender a los invasores al amanecer de ese mismo sol.

Temprano se produce el asalto y los guajiros logran tomar finalmente la población que no resiste la arremetida de los guerreros Ipuana de Arijira, quienes como avispas se aprovechan de su ventaja numérica y uno a uno, los alijuna son prácticamente linchados, su sangre cubre todo el piso del poblado y es la manifestación cruda de la carnicería que se produce esa mañana.

Mientras Jimai remata sin piedad a los heridos, Arijira se dedica a recorrer el poblado y extrañado observa los objetos y animales que hay en su interior. Mira un madero formado por dos líneas, una vertical y otra horizontal, asume que es un símbolo sagrado de los invasores y sin ningún respeto, arrogante en su actuar ordena a sus hombres que lo quemen junto con la choza donde se hallaba. Quedan maravillados con los animales que criaban los alijuna, nunca los había visto y siente que al apoderarse de ellos tendrán prestigio en toda su nación. Los Wayuu deciden llamarlos ama, muula, kaa’ula, annerü y paa’a.

Jimai encuentra a un invasor moribundo y cruelmente lo decapita con su propia espada y destruye el símbolo sagrado que al parecer se lo había colocado en el pecho mientras agonizaba, sus hombres entre unos barriles descubren a un alijuna, pero no de piel blanca sino de los que se parecen a ellos y que hablan una lengua diferente, Jimai ordena que lo maten, entonces Arijira aparece y le dice a su sobrino que ha  decidido perdonarle la vida porque es muy joven y no es físicamente como los otros alijuna que habían invadido el territorio, inmediatamente ordena a sus guerreros que incendien la población mientras apartan para él animales encontrados en ese lugar, criaturas que resultaron maravillosas para ellos, en compensación por los daños y perjuicios que les había ocasionado el conflicto con los alijuna por defender el sitio sagrado de Jepira. 

Arijira decide tomar al joven como su prisionero y se lo lleva a sus dominios junto con los animales que apartó después de la matanza, al llegar ese mismo sol a su ranchería deja en libertad al cautivo al darse cuenta que no puede representar ningún peligro para su gente y lo convierte en uno de sus criados. Arijira, sentado en su chinchorro durante la noche presiente que vendrán muchos invasores en los próximos años y que a sus descendientes les tocará enfrentarlos para defender a su nación, pero visiona que su lucha será recordada en los jayeechi o cantos de los ancianos que la transmitirán a las próximas generaciones y su nombre tendrá la gloria que merece por ser el gran guerrero que no permitió, en su momento, que se siguiera con la profanación de un lugar sagrado de este bello desierto.

Glosario

Ama: Caballo.

Annerü: Oveja.

Ei´ruku: Conjunto matrilineal de familias Wayuu.

Kaa´ula: Chivo.

Jayeechi: Canto melodioso Wayuu.

Mma: Madre Tierra, deidad Wayuu.

Muula: Mula.

Oütsü: Autoridad espiritual Wayuu.

Paa´a: Vaca.

Pulowi: Dueña de lo desconocido, deidad Wayuu.

Seyuu: Espíritu benefactor.

Wanülüü: Ente maligno que se manifiesta en enfermedades graves.

Wayuu: Pueblo indígena que tiene asentamiento en el departamento de La Guajira (Colombia) y el estado Zulia (Venezuela).

Yotojolo: Corazón seco del cardón utilizado para la construcción de viviendas.

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4 comentarios en «La primera resistencia de una nación»

  1. Buena historia que me llevó a la bonanza perlera y todos los atropellos que recibieron nuestros indígenas con los invasores…
    Felicitaciones por esa bonita historia llena de realidades.

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