Trucos Persuasivos
Hace algún tiempo
compartí apartamento y parte de mi vida
con una mujer mayor,
ella tenía treinta y nueve
yo veintidós
fue causa de disgusto de papá y mamá,
lagrimas,
rabia y dolor,
muchos reían en razón de mí,
pensaron lo que quisieron,
lo que les convenía,
inventaron historias,
otros rechazaron lo inventado
igual cuando te sientes bien,
¿Qué importa?
Eso hace parte de las locuras de ser joven.
Ella me enseñó desconfiar
de la sinceridad ortopédica de la gente,
a valorar las cosas por lo agradable
aprendí que cuando te aman no parece,
que quien te cela no siempre te ama
y cuando te toque amar, no lo demuestres.
Me enseño a preparar cócteles y refajos,
a archivar la inocencia,
a colgar la paciencia,
a parecer mayor cerca de miradas clandestinas
y dedos predispuestos.
Me enseñó a gastar su dinero,
a mirar de reojo.
Me enseñó habilidades para obedecer
y a mandar con la mano en la bolsa,
como un empalme entre dictadura y democracia.
Ella me enseñó a odiar,
a ser utilizado y a utilizar
justo en el momento indicado,
a no pedir favores,
aprendí los discursos de la feminidad ofendida,
a juzgar las virtudes
y a tener conciencia previa de la vejez.
Aprendí a controlar calorías
en reciprocidad de nuestra amistad,
a quedar a veces olvidado,
solo,
por ser objeto y sujeto de culto,
al final terminamos por triturarnos
al menor signo de flaqueza,
le apostamos voluntariamente a irnos,
a escuchar al que tenía algo que decirnos
a tomarnos un respiro y pasar al próximo capitulo
solos
y así todo empezó a cambiar
…para bien o para mal.