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ANGOSTURA, EL AYER DE UN MUNDO BIODIVERSO

Nilsa Peñaloza

A tan solo 16 kilómetros del municipio de Hatonuevo, La Guajira, se encuentra el cerro de Angostura, un lugar abrazado por la magia de la sierra nevada de Santa Marta, cuna de la tribu Tayrona, quien con mesura coopera con el verde esperanza de un mundo diverso en medio de las calurosas, desérticas y enigmáticamente fértiles tierras de la península de La Guajira.

A su entrada se puede apreciar un hermoso paisaje combinado de estrechas elevaciones, declives y planicies. Atravesando el cerro, se encuentra un terreno de apariencia inhóspita cubierto de rocas sedimentarias de color grisáceo y estructura filosa, como si el paso del tiempo hubiese ocasionado su descenso y provocado su rompimiento dejando filamentos en sus lados, o al estar expuesta a la intemperie del majestuoso sol y las precipitadas lluvias permitió que estas se rompiesen como se rompe el cascarón de un huevo al contacto con un objeto de contextura sólida.

Los árboles se observan en total desnudez por el perverso verano, a la intemperie del sol y del viento, cubiertos de polvo; el vestuario de sus ramas, ahora descubiertas, se convierte en una suave alfombra de variados colores otoñales donde, a lo mejor, se oculten serpientes venenosas y algunos insectos, buscando un poco de humedad que los proteja del infernal calor que provocan las altas temperaturas, dando lugar a la apariencia de un desierto fantasmal, o tal vez un cementerio de árboles con raíces aferradas a la vida, en espera que el cielo derrame agua bendita que le muestre su nuevo vestuario o exigiéndole al tronco que si han de morir ha de ser de pie, sin doblegarse a la cruel presencia del otoño, o la inconciencia  y el desinterés de los seres humanos por preservar nuestros bosques  o paisajes naturales, o por las fuertes olas de sequías que padece nuestro departamento por largos períodos del año, y por qué no decirlo, la combinación de estos tres actores que se han convertido en una bomba de tiempo que amenaza con llevar al universo a su final, tal como fue en un principio.

 

En esta parte del camino observo todo a mi alrededor, detallo cada paso que doy, los lugares donde apoyo mis pies, y logro distinguir el verde luminoso de un escarabajo  rinoceronte que yace sin vida entre las estructuras esqueléticas de las hojas de los árboles que lentamente han hecho su descenso y con el paso del tiempo, al igual que el sistema óseo de un cadáver humano después de la desintegracion de su carne putrefacta.

A un costado del camino sobre el cercado de alambre de púas, se encuentra enganchada en uno de los postes que sostiene el cercado, la calavera de una vaca con los cuernos agujerados por el paso del tiempo; a pocos metros de ésta se encuentran partes del costillal y las vértebras del animal con el cual seguramente las aves carroñeras que habitan este lugar se dieron un manjar que, indudablemente para ellas sería celestial. En este recorrido se advierte la escasa presencia de especies animales, a lado y lado del camino hay secuelas de lo que fue un incendio producido por los campesinos para socolar el terreno y prepararlo para la siembra a la llegada de la lluvia, es muy probable que sea esta la causa de la migración de los animales a otros lugares, ya que solo hay a la vista nidos de aves destrozados, y se escucha a lo lejos el canto de las torcazas, el chirrido de pericos y cotorras y se divisan unas aves de color negro que tal vez sean cuervos u otra clase de aves conocidas en la región como negritas o cocineras.

Se observan canales o caños  de arenas y piedras que ha dejado el recorrido de un río inerte que espera con anhelos que el invierno se pose sin afanes en este mágico lugar para cobrar nuevamente vida y hacer que perdure el verdor de los árboles con sus coloridas flores.

Angostura es un lugar fantasmal y mágico a la vez; el grisáceo cerro en algunas épocas del año cambia su vestuario por una combinación de colores primaverales resaltando el amarillo, el rojo y el morado de la flores que, en agradecimiento por la lluvia regalada de los cielos, decoran ahora el paisaje antes de dar inicio al verde biche de las hojas de los árboles, tornando su color con el paso de los días a verde esperanza. La magia del lugar comienza al otro lado del cerro, donde la vegetación es increíblemente hermosa, se puede ver cultivos de café, cacao, maíz, mandarina, naranjas, piña, guayaba, aguacate, plátano y una gran variedad de vegetación que adorna el paisaje y nos muestra la grandeza y perfección del pincel del Creador. Se observa las ardillas que danzan de un árbol a otro, los frondosos árboles de acacia engalanando con su rojo florecer, decorando cada espacio del lugar y formando una roja alfombra en el camino, como dándole la bienvenida a los visitantes; también las aves se tornan coloridas y el trinar de sus cantos embelesan los oídos.

Tal vez fue esta melodía la que ensoñó el maestro Leandro Díaz, quien inmortalizó el nombre de este bello lugar no tan conocido para muchos, pero sí inolvidable para quienes tienen la oportunidad de visitarlo en una de las letras de sus canciones que dice: “Si es necesario voy al Surimena, me acerco al Roche a Manantial, llego a Hatonuevo, me subo a la sierra, hasta Angostura voy a llegar”. Fue el cantor, que aprendió a ver con los ojos del alma este paraíso en medio del desierto, la primera persona que revelara involuntariamente la imagen turística de este maravilloso lugar.

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11 comentarios en «Angostura, el ayer de un mundo biodiverso»

  1. Hola, Nilsa. Me impresionó la detallada descripción que hiciste con símiles de esa tierra tuya. ¡Felicitaciones! Envío un gran abrazo hasta tu Colombia querida.

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