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BELLA TEMPESTAD

Carmen Alicia Pérez

 

EL TIEMPO SE DETIENE

 

El tiempo se detiene,

el eco de tu voz ondula

la imagen en el espejo:

yo y estas ganas

de traspasar la barrera

con la fuerza del pez koi,

hallarme en el silencio

de la lágrima que acecha tu mirada,

sentirme gota de sollozo

y transitar tu cuerpo que ya es ocaso.

 

El tiempo se detiene a veces,

y no sé si observarme

en la quietud de las horas,

anclar mi cuerpo frágil

a tu pecho agrietado,

hundirme allí en los resquicios,

y brotar en las noches como rocío.

 

En el calor de tus brazos

el amor no duele,

duele el intento forzoso

de los párpados al levantarse,

despertar del encantamiento

bajo esta casa que se destecha con fuerza,

y reflejarme escueta ante el espejo,

siempre duele.

 

El tiempo se detiene a veces

cuando estoy frente al espejo

y un ave negra agoniza en el pecho

negándose a morir…

Será una espina que crece

y no revela su verdadero rostro

Un sentimiento que pesa, lo agrieta todo,

y no existen palabras que puedan levantarlo.

 

El tiempo se detiene a veces

cuando tu voz

estremece mi rostro en el espejo,

y el reflejo revela

el secreto eterno de un destino.

 

 

ME ABALANZO

Tiembla la piedra en el fondo del estanque

crepita la madera al pronunciar tu nombre

algo arde en las entrañas, me niego a despertar.

Veo el agujero que se expande desde tu vientre

la lluvia de pájaros muertos en este desierto

a ti en la penumbra, a mí en la orilla,

me abalanzo, temiendo a la caída.

 

Tiembla una piedra en el fondo del estanque

evito sumergirme, percibir su brillo

escucho tu voz desde el fondo, nada puedo hacer

descalzo mis pies, duermo bajo la roca.

 

 

AMOR SOL

¿Cómo agarrar con las manos

el instante de las miradas que se reencuentran

o el asombro del hallazgo en el reflejo de una lágrima?

 

Cómo retener la fuga de las palabras

que se agolpan en el pecho

si ante la presencia del amor

el silencio descose las heridas antiguas

y el temor sobresalta a los amantes.

 

Soñar se convierte en el refugio de lo que no se declara

y hasta en los sueños los rostros se desvirtúan

Cómo guardar el momento de aquel caballo

libre en la pequeñez de las manos de su amada

y la paz de ella, bajo el techo de las inmensas alas

plateadas.

 

Cómo guardar el sueño, y evitar que el tiempo difumine

sus verdades.

Cómo aguardarte en mi pecho amor, que no peses,

que no me duelas, que no me agrietes.

 

 

AUSENTE DE INOCENCIA

 La historia de las conquistas tiene una sombra de sangre

que no se quita.

Así, el guerrero cansado de batallar, lave las heridas más

profundas

de la disputa diaria

el agua no es leche materna que sacia los surcos

sedientos de amor,

es fuego que irrita aún más las llagas

dolor que se derrama, se configura en sal que se asienta

en el núcleo del desagüe.

 

En los sueños, el hombre llora la ausencia de la inocencia

en la estela del horror.

 

Siempre se ha creído que la armadura protege al soldado

de las sombras de los atentados

pero a pesar de la dureza de sus materiales, los

batallantes sucumben

y la de los que sobreviven ya no aguarda la fragilidad de

la carne.

 

Cuando la inocuidad queda expuesta, la carne se

endurece

es ella en sí misma el escudo más impenetrable al

contacto con la pureza

y en los sueños, el hombre llora la ausencia de la

inocencia,

cual niño que solloza en un lugar recóndito, el abrazo

cálido de la madre

pero la madre no está, el amor y la pureza del niño,

tampoco

por miedo del hombre a fenecer, han huido a otros

territorios, inalcanzables.

 

Ahora el hombre extraña ese cúmulo de ternura que

lamenta en los sueños.

 

 

BELLA TEMPESTAD

Monólogo

«La herida es el lugar por donde entra la luz».

Rumi

«Los rayos de la luna, no son los únicos,

chocando contra mi ventana» *,

Aquel grito atesorado por años de silencios,

se impone

con la misma vehemencia con la que cae el rayo,

resquebrajándome la piel.

¿Por qué he de temer al trueno,

si el rayo no sucumbe en mi interior?

El rayo y el trueno se han confabulado,

han hallado en la herida,

la manifestación divina de la gran descarga.

Han caído, los he sentido juntos hundirse en mí.

Observamos la omnipotencia

de sus formas enceguecedoras

socavar las profundidades de la herida,

cual agujero que se cierra

cerniendo la luz y el eco del trueno, grito que se expande

como cuerpo luminoso

removiendo los misterios, las verdades, los mitos.

El trueno es la voz de la luz.

Oculta estuve, como el silencio que se antepone

a la venidera tempestad

o como la quietud que se antepone al florecer

de la metáfora abstraída de la lluvia.

¿Por qué temer a lo etéreo, si en ello, algún destello se

avizora?

Bella tempestad yo soy, he venido de los sueños,

de la metamorfosis de la oruga, la santa poesía

me he enraizado en los huesos de aquel que sueña,

y al despertar,

abro zanjas profundas en los terrenos más agrestes

en los silencios espasmódicos de la cotidianidad

en la lejanía de la mirada abstraída

que observa a los niños de la guerra caer.

Soy líquido helado que se deshiela al contacto

con la esencia ineludible del amor.

La gran tormenta cae, resurge el caos

el frío, el titiritar de los labios, los sobresaltos,

el efecto de la sublime descarga.

¿Por qué temer?

¿Acaso no hay eternidad en el silencio

cuando la última gota de agua cae?

Luego somos faros, y en la densidad de la noche

vislumbramos la perfección en lo oculto de las ruinas.

La belleza, no es, sin la tempestad

que no pide permiso para despertar.

* Verso del poema Quietud de Lucian Blaga.

 

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