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Añoranza

Emilia López López

 

LOS MÁS CRUDOS INVIERNOS

La noche con sus misterios,

resuenan las suelas desgastadas.

El hambre y sed de justicia,

han hecho caer un alma derrotada.

 

Ya no tiene nada, está vacía,

sin sentimiento ni dolor,

sin esperanza de una recuperación.

 

Avanzada está la noche,

la brisa empieza a caer,

el rostro surcado por los años,

se ha dejado ver.

 

El frío de la soledad,

más crudo que todos los inviernos,

capaz de arrancar los más sublimes sueños.

 

El frío de la soledad…

Más fuerte que todos los más crudos inviernos.

 

 

OTRA GALAXIA

 Era de madrugada cuando el viejo partió,

sin equipaje, sin su amada se marchó,

no quería irse, tenía miedo a lo desconocido,

sin saber que allá, se encontraría con lo más querido.

 

Nació después que su madre criara a todos sus hermanos,

fue él como una ofrenda a su vejez,

entre los brazos de sus hermanos creció,

nunca supo de soledad.

 

Siendo un adolescente,

con su fiel compañera se casó,

día y noche junto a ella,

más de medio siglo a su lado vivió.

 

Se negaba a irse a otra galaxia,

solo el tiempo aquí se le acabó,

sin equipaje sin nada partió.

 

Corta fue la noche, larga la madrugada,

llegó la alborada junto con la niebla,

que entró por la ventana.

 

Se escuchan las suelas vacilantes,

del cuerpo cansado de su amada,

sin una lágrima en sus tristes ojos.

 

Se aferra al féretro,

sumida en sus pensamientos,

y un desgarrado corazón.

 

Levanta con dificultad su brazo,

en señal de un hasta luego,

apenas pudo mover sus labios sin salivar,

y por mucho tiempo sentada permaneció.

 

Todo lo que ahí rodeaba era frío.

¡Había vivos, pero estaban muertos!

¡Más muertos, que el mismo muerto!

Pueblo dormido, en el silencio de la ignorancia.

El viejo ya descansa, ya Jesús lo recibió.

 

Con sus padres, hermanos y sus hijos,

en otra galaxia a su amada y demás hijos,

el esperará.

 

 

AÑORANZA

Este invierno, las cobijas

me parecieron más viejas y frías,

están tan lavadas, que el tiempo,

no les ha dejado nada para calentar.

 

¡Cómo te extraño, papá!

 

Desde que tú te fuiste,

me quedé completamente desamparada,

sin un amigo que quiera prestarme su abrigo.

 

¡Cómo te extraño, papá!

 

Cuando por las noches,

mis cobijas caían al suelo,

entre sueños te sentía,

que muy despacito, tú las recogías y me cubrías.

 

Aquellas cobijas corrientes de algodón,

que por su borra daban más calor.

 

¡Cómo te extraño, papá!

 

Pero te fuiste a lo eterno,

a veces te sueño y corro a tu encuentro,

pero te quedas tan poco…

Que tengo que volver a llorar tu despedida.

 

Cuando pienso en ti, aunque no lo creas,

soy una niña y no me gusta que me dejes,

quisiera que te quedaras o me llevaras.

 

Me olvido que soy una abuela,

solo siento que eres tú mi papá,

que te necesito y

que ha sido larga la espera

y dura la jornada.

 

¡Cómo te extraño, papá!

 

¡Dejaste en mi ser un gran vacío!

Jugando al valiente

he tratado de aprender a vivir sin tu amor.

 

Pero desde que te fuiste,

no he tenido un amigo,

que quiera prestarme su abrigo,

mientras la tormenta pasa…

 

¡Y tengo frío, papá!

 

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11 comentarios en «Añoranza»

  1. Sublimes poemas. Gracias, escritora, por hacerme recordar el valor de un padre, del tiempo que no para y no regresa. Gracias por su poesía. Le envío gran abrazo, mi respeto y admiración hasta donde usted se encuentre.

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