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LÁGRIMAS PERDIDAS

Nilsa Peñaloza González

La noche estaba hermosa, ella caminaba por la playa en compañía de la luna, que con su lúcida y enrojecida sonrisa le iluminaba el extenso sendero; sus pies descalzos besaban la mojada arena mientras eran acariciados por las olas marinas que iban borrando las huellas por donde ella pasaba; la brisa jugueteaba con su pelo desordenado y en su mente se posaba el tormentoso recuerdo de aquel seductor galán de vereda que como un rayo apagó la luz de las estrellas y enluteció la magia de la noche. En instantes sus lágrimas empañaron el cristal de su mirada mezclándose con la mar y sus aguas saladas.

Sus pasos retrocedieron y fue el fin de una hermosa velada. Ella seguía llorando en su habitación, desconsolada hasta encontrar en los brazos de Morfeo un consuelo a su desolada alma.

En su ventana galopeaba el resplandor de la aurora; abrió los ojos la dama, con actitud desafiante. Se levantó de la cama, estiró todo su cuerpo y se posó frente al espejo. Al contemplar su reflejo suspiró profundamente y se puso a filosofar:

Si con mis lágrimas pudiera evitar el calentamiento global, valdría la pena llorar…

Si con mis lágrimas lograra apagar los incendios forestales, valdría la pena llorar…

Si con mis lagrimas pudiera calmar la sed y el hambre que padecen mis hermanos wayuu en la hermosa Guajira, valdría la pena llorar…

Si mis lágrimas pudieran aliviar el dolor causado por conflictos armados, valdría la pena llorar…

Si con mis lágrimas pudiera devolver las voces de los líderes sociales, que han sido silenciadas por los estruendos mortales de las balas, valdría la pena llorar…

Si con mis lágrimas pudiera devolver la esperanza a quienes están postrados en la cama de un hospital con una enfermedad terminal, valdría la pena llorar…

Si con mis cristalinas lágrimas pudiera devolver la inocencia arrebatada a los niños que han sufrido abuso sexual, valdría la pena llorar…

Si con mis lágrimas pudiera lavar la mancha de maldad que oscurece al corazón humano, valdría la pena llorar…

Y, por último, si mis lágrimas derramadas sirvieran para ahogar a satanás y a todos los demonios que asechan a este mundo, entonces, sí valdría la pena llorar, pero no, las lágrimas derramadas por tu tormentoso amor solo sirven para opacar el brillo de los cristales que iluminan las ventanas del alma… Para arruinar el matiz de mi rostro enternecido y marcar áridos caminos en él, cual río inerte que ha cesado el curso de sus aguas…

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8 comentarios en «Lágrimas perdidas»

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