Me dijeron que esa obra
De pronto la tenía don Chelo
Siga por aquí, en la esquina dobla
Ahí alcanza a ver el letrero
En letras rojas dice:
EL VIOLONCHELO
¡Ajá! músico con músico se entienden, pensé.
Ya estaba debajo del letrero
Aquello era un “chuzo”
Había libros amontonados por todas partes: amarillos y sucios
Un viejo de cabello lacio me capturó con sus gafas oscuras
Cual fiera encuevada que vigila su madriguera
Ratón de biblioteca, dije bajito
—¡Buenas tardes!
—Pasa, ¿qué quieres?
—Un libro de mi raza
—¿Dígame el título?
—Chambacú Corral de Negros,
De Manuel Zapata Olivella.
—No lo tengo —respondió energúmeno.
Quedamos en silencio
—Recomiéndeme uno.
—Todos son buenos.
Otra vez silencio
—¿Por qué tanto reguero?
—Venga usted a ordenarlos todos los días.
—Muéstreme ese.
—Tómelo usted.
Lo tomo y lo ojeo.
—No me interesa.
—¿Dónde consigo el que busco?
—Yo qué voy a saber.
—¿Por qué vendes libros?
—Porque se me da la regalada gana.
—Apuesto que no lees ninguno.
—Todos los he leído uno a uno
—Entonces… ¿Por qué eres tan rudo?
—De qué sirve ser amable, nadie oye consejo.
—Cualquiera es poeta, literato o erudito de romanceros, músico o anacoreta, pocos tocan violonchelo.
—Todo el que viene pide rebaja o me cree viejo pendejo.
Preguntan bobadas por mi letrero.
—¡Ajá!, y ¿dónde está el violonchelo?
Quedamos en silencio.
De pronto salió una voz de muy adentro.
No del oscuro aposento
Era una voz polvo hollín de viejo sentimiento.
—No lo tengo… Nunca aprendí a tocarlo.
Empecé con ella en la academia jóvenes y sanos.
Cómo iba a saber que íbamos a volcarnos
Quedó aprisionada en las latas del carro.
Del fondo del abismo la saqué
Sin vida a la carretera.
Salí en silencio
No soporto ver a un hombre llorar
Grande Rosendo.
Interesante historia Rosendo.
Linda y triste historia. Gracias, escritor por compartir con nosotros sus creaciones. Saludos hasta donde se encuentre.
Amigo Rosendo, en verdad que a ti lo tuyo. Me gustó tu estilo para contar la historia. ¡Felicitaciones!