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EL TREN DE LA VIDA

Humberto Morales

No recuerdo cuando entré a la estación o cuándo estaba en el andén, ni siquiera cuándo abordé el tren, tampoco los primeros tres vagones recorridos. Solo sé que desde que subí he estado avanzando y por más que quiera regresar, no puedo, al voltear visualizo lo recorrido, pero no puedo regresar.

En el momento que entré al cuarto vagón, empecé a tener más conciencia y me di cuenta que hay personas dentro del tren que han estado en todo mi recorrido; algunas aparecen en puestos salteados, otras, en diferentes partes del vehículo como mi amigo Alex, que lo encontré en el vagón trece y en el quince, fue el último lugar donde lo vi. Gracias a eso, comprendí que la compañía puede ser larga o efímera, pero siempre en algún punto del camino, o los dejas, o ellos a ti. Algo curioso de todas estas personas es que ninguna avanza conmigo, solo están ahí, la razón aún no la encuentro, pero agradezco que no me dejen solo.

Curiosamente, antes pensaba que los vagones eran más largos, conforme los fui recorriendo me di cuenta que son de igual tamaño y tardo lo mismo en caminarlos cada uno, la diferencia es que antes me preocupaba más por divertirme que por avanzar, como lo fue del cinco al once.  Durante esos seis vagones no todo fue diversión, aunque ese fuera mi objetivo; recuerdo que viví grandes emociones, como en el número nueve, donde experimenté una de las decepciones más grandes que he sentido junto a la del número diecinueve, de las cuales no me gusta recordar. Otra experiencia de máximo terror que he tenido, fue en el número dieciocho, donde casi pierdo lo que más quiero, sin duda sobrepasó el miedo que sentí en el ocho cuando creí ver alguien parado en la puerta de mi habitación en una noche de fuerte viento.

En el catorce juraba que había conocido el amor, pero no fue hasta el número dieciséis cuando realmente sucedió, todo muy lindo en ambos casos, de lo mejor que me ha pasado en este tren, aunque actualmente ya no es el mismo amor ni el mismo cariño de ese entonces, la experiencia fue increíble e inolvidable. He reído, llorado, sufrido, amado, he experimentado todas las emociones posibles al cruzar un solo vagón. Ninguno es igual, cada que llego a uno nuevo es más difícil cruzar al siguiente, incluso he pensado que no podría seguir avanzando como en el diecisiete y el veinte que fueron de los más complicados en terminar, tal era su dificultad que pensé varias veces en aventarme por la salida de emergencia.

El veintiuno me gustó bastante, aunque estuve con algo de presión y con la mente distraída, actualmente estoy en el veintidós disfrutando su interior en cada paso que doy. No sé cuantos vagones más tengo que recorrer para llegar a cabina ni que me espera al seguir avanzando, pero de lo que sí estoy seguro, es que este tren es maravilloso.

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10 comentarios en «El tren de la vida»

  1. Felicitaciones, mi querido y joven escritor.
    Me da gusto saber que sigue creando.
    Y sí… No sabemos qué nos depara cada vagón del tren de nuestra vida, pero hay que disfrutarla como si no hubiera más.

    Reciba mis afectos en un gran abrazo. ??

  2. Muy buen escrito mi querido amigo!!! Se aprecia leer este tipo de historias con un gran valor detrás que te resignifican como autor y también te hace reflexionar.

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