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EL PODER DE LA PALABRA

Luis CampoElíaz

 

TE JURO

No prometo la noche y sus luceros,

los ojos de Dios, filmina estelar.

Solo el hijo es el dueño tutelar

del infinito sempiterno y postrero.

 

Jamás he jurado el trino de un ave,

tampoco el aroma de las flores

ni el silbido del Nordeste suave

ni los resplandecientes colores

que se pintan en el nativo paisaje

de los dedos wayúu tejedores.

 

Te juro una fuente inagotable

del dulce néctar del cañaduzal,

agua fresca de un manantial:

 Un poema de rima inefable.

 

Te juro un beso a la alborada

frente a la luna en creciente

y una taza de café caliente

con Aruguaní como frazada.

 

 

LUNA LLENA

La luna llena se apresura,

con la brisa impaciente,

a salir del regente

 confín de la espesura.

 

El monte, tácito y silente,

mira la envergadura

de la plata y redonda figura

que asoma incipiente

por donde el sol en poniente

cedió su luz a la noche obscura.

 

En las quietas aguas fulgura

su imagen prominente

que mansa sobre la fuente

se calca lozana y pura

donde una canoa, de repente,

la atraviesa por su anchura

dejando a su paso la abolladura

de la onda que agita el afluente.

 

 

LA CARNE SALÁ

Quién supera la majestad,

quién destrona la eminencia

de un sancocho de carne salá

cuando el hambre atroz arrecia.

 

Con guandules, fríjol o sola

a cualquier mesa engalana

y el solo olor que emana

 sacia el hambre que asola

al comensal que engola

el bostezo que lo afana.

 

También en agua es hervida

con todo tipo de bastimento,

sin pizca de condimento

la viuda de carne es servida

junto a una fría aguapanela

que en una jarra es contenida

y a cántaros es bebida

para bajar la salmuera

que queda retenida

en las fibras de la ternera.

 

Luego, el antojo se torna ingrato

pues nada sacia la sed

quedando a la penosa merced

de hartar agua a cada rato

pero me digo: «ya pa’qué»

después del gusto, el espanto.

 

 

EL PODER DE LA PALABRA

Y dijo Dios, hágase y todo fue hecho.

Solo el poder de la palabra inefable

doblegó la inmensidad inescrutable,

como la gota que golpea al duro lecho.

Y el infinito cosmos cedió al derecho

del Divino Verbo, Demiurgo Adorable:

un punto azul en su manto inmensurable

¡Y vio Dios lo bueno que había hecho!

 

Y solo basta la palabra incipiente,

la palabra mágica que nos pellizca

el nódulo sensible de nuestra mente.

La aguda corteza temporal se arisca

la primera vez que un hijo, de repente,

balbucea tu nombre en lengua morisca.

 

Y fue según ordenó el Rabí Divino:

 Lázaro, levántate y anda, y anduvo.

La sacra palabra a la muerte detuvo

¡El verbo es poder! Manantial sibilino.

 

Y es tan poderosa la palabra misma,

que llegado el momento estalla y la enuncia

un corazón latente que no renuncia

a acallar la pasión febril que lo abisma.

 

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1 comentario en «El poder de la palabra»

  1. Gracias por compartir. Es muy común escuchar el aforismo que las palabras tienen poder, y en el poema usted lo refiere a Dios y a Jesús de Nazaret, (Dios encarnado), lo cual resulta correcto, pero el descalabro ocurre cuando se le otorga ese poder a la palabra humana, lo cual es una falacia muy común.

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