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EL TIEMPO DE LA ARAÑA

Angélica Sierra

 

Tengo el corazón guindado de las patas de las abejas

Arropado por sus cordeles y sus plumas

halado por una especie de magnetismo animal

como si fuese una orden fecundar la tierra

y darle sombra a los cuerpos

Lo tengo    lo confieso    anudado al destino del mundo.

 

 

Una fiera fecundada

por el fuego

no tiene otro remedio

que arder

 

La otredad creadora de la luz

atestigua la existencia.

 

 

El Guayacán se rinde ante el tiempo

el viento de la caricia ahora intempestivo lo defolia

sus hojas caen y con ellas la última gota de rocío

-esperanza de una lluvia que no llega-

 

El Guayacán desnudo no está solo

tiene el alma enraizada

así endurecido sobrevive

así resiste

 

Él se rinde ante el tiempo

deja pasar el viento

y despierta.

 

 

Un pájaro

con el oficio

de taladrar la espera

se agita

en el corazón del árbol.

 

 

Elías inicia el viaje del asombro

Corre bordeando las paredes y los pisos

 

Un caballo desbocado lo tiene sujetado al pie y lo sigue

 

Grande y pequeño aparece a retazos en sus manos

pero no lo toca

Está hecho de lampos

y vuela.

 

 

Porque sabes que morirás

recuerda estallar las

xantofilas de tu vientre

y colorear el prado de ámbar

 

Poner agua a la planta

para que otros coman

el dulce fruto del tiempo

 

Y escribir el poema

para que tu equipaje

no pese.

 

Memento Mori.   A Catalina Villegas.

 

 

Los inicios del invierno

tienen paisajes de alas truncas

Destino de hormigas

olvidar en su carne

la caricia del viento

y hundirse en la hendidura de las sombras

para deshabitar el amor.

 

 

Existen tres clases de rayos

Tres rutas de aire ionizado

que tejen los caminos de la luz

Los rayos que caen en picada

Los que recorren

serpenteando nubes

como fronteras eléctricas

Y otros rayos

que como alma sacrificial

ascienden

descargando su fuerza

sobre el corazón de Dios

para despertarlo.

 

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