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ABRIGO DE SOLEDAD

Oscar Correa Chimá

 

Vuelves y no dejas amarte…

Vuelve tu inefable frescura

A calentar la lujuria marchita

de mi cuerpo enardecido

con el frenesí de tus caderas.

 

Vuelven tus ojos bellos

a enredar el silencio

a encender mi sol apasionado.

 

Vuelve el olor de tus cabellos 

confundiéndose entre efluvios de rosales 

Pero yo los distingo 

por el fuego de su perfume.

 

Vuelves…

Y tu absoluto recelo

me niega el aire.

¡No me lo niegues!

Déjame naufragar en tu distancia

para nadar en tu risa,

concédeme un abrazo, un beso,

concédeme el placer 

de seguir viviendo.

 

 

Receta para el desamor

En primer lugar

enjuague sus manos 

con todas las lágrimas posibles.

Busque un rincón nostálgico y brumoso

acompañado de una guitarra virgen

que no sepa de amor ni serenatas,

toque sus cuerdas

como si fueran aquellas manos traicioneras

acaricie las curvas del instrumento

con el mismo furor que apretaba aquella silueta.

 

Ahora,

vuelva a llorar

y deje que su alma toque

románticas notas 

con sabor a sexo, a besos y serenatas…

Siga tocando,

espere con los ojos cerrados

un brillo en el rincón

y vigile que las notas vayan diluyendo los recuerdos.

Olvídese del mundo, de su vida, de sus cosas, de la muerte…

Si está seguro que hay ausencia de recuerdos,

Abra sus ojos 

y disfrute el placer 

de estar completamente loco.

 

 

Abrigo de soledad

Silencios como estos

Hablan poco

obstruyen la suave brisa

aburren al tiempo

le tapan la boca al llanto.

 

Silencios como estos

son como las hormigas

inquietas pero calladas,

como gatos en madrugada,

como días sin claridad.

 

Cuando silencios como los míos

nos tapan con su manto

la serenidad se acalora

y no somos más

que rehenes de la tristeza

donde una buena compañía alivia,

pero una palabra estorba.

 

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4 comentarios en «Abrigo de Soledad»

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