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LA CLANDESTINIDAD DEL SILENCIO

Aiboney del Rey

 

EL ÁNGEL YANIEL ME SONRÍE

Me sonríe un hermoso niño.

Su nombre es Yaniel

¡Es un Ángel de luz,

que llega de su alma!

¡Alma en jazmines, nardos y rosas,

lo perfuman a él!

 

Su sonrisa es un encanto de cielo

¡Cuando ese cielo es puro,

alegre y travieso!

¡Los ángeles como tú también son traviesos,

simpáticos,

adorables y tiernos!

Tus padres celebran la vida al tenerte,

junto a tus tíos y abuelos

¡Qué abarcas todo su amor!
Amor bendito y del bueno,

como tu mirada, Ángel Yaniel.

 

Viniste al mundo a traernos paz y alegría,

desde tu linda sonrisa.

Y con dos luceros,

se dibujan tus ojitos

cuando echas cuentos,

compartimos juegos,

y saboreamos caramelos.

 

Te gusta contemplar las guacamayas,

los loritos y los tucanes.

Te gusta oír el canto de los turpiales,

de los azulejos,

las paraulatas y los cardenales.

“Quisiera jugar con ellos,

y sentirme un pajarito

para volar por el inmenso cielo”.

¡Así lo quieres Yaniel,

sentirte libre como el viento!

 

Cuando vaya a visitarte,

te llevaré libros de cuentos,

golosinas,

unas lindas franelas

¡Y hasta las canciones y juegos

que disfrutaba en mi infancia!

Me presentarás a tus amiguitos y primitos.

Todos juntos vamos a jugar,

a reír,

a cantar…

¡Porque también llevo mi alma de niña

y la vida hemos de celebrar!

 

¡Un ángel de luz se llama Yaniel,

y me siento bendecida por él!


 

LA PAYASA REINA

Veo una payasa parada frente al semáforo,

regalando risas,
caramelos y flores a los transeúntes.

 

Hay quienes la miran de arriba a abajo.

Unos, la critican.

Otros, simpatizan con ella por su gesto.

 

Trajeada de caras felices,

y con una corona sobre su cabeza que se lee:

“SOY LA PAYASA REINA”,

va exclamando a los peatones y conductores:

¡Sea feliz y viva la vida

con una sonrisa a sol radiante!

¡Sea feliz y verás que Dios te bendiga!

¡Sea feliz junto a la familia y con los amigos!

¡Ante las dificultades,
sonría y verás que la vida cambiará!

 

Muchas personas la ignoran.

Otros como los poetas,

los pintores,

los artesanos,

los cantores,

los humoristas…

¡Ríen junto a ella!

 

Los eternos jóvenes y los niños,

hacen gracias con la Payasa Reina.

 

Los empleados públicos de los Ministerios,
hasta de los bancos,

los barrenderos,

los  kiosqueros…

¡Ríen con ella!

 

El vendedor de café,

al recibir una flor de sus cándidas manos,

le obsequia con la dulzura de la vida,

un exquisito café caliente.

 

Los indigentes le regalan risas.

Otros, la insultan.

La policía y los fiscales de tránsito,

la respetan.

El poder de la alegría que tiene la Payasa Reina,

es invencible,

que transforma a la ciudadanía,

en portadores de la paz y de bellos sueños.

 

 

¿QUÉ ME DARÍAS?

¿Me darías el brillo de tus ojos,

por un par de estrellas?

¿Me darías la dulzura de tus labios,

a cambio de una noche bella?

¿Me darías tu gran amor,

a cambio de mi vida entera?

 

Te daría los rayos de sol,

el trinar del ruiseñor,

¡Hasta la flor cuando abre sus pétalos a la primavera!

 

Te daría mis sueños,

mis risas, mi canto…

 

Te daría hasta  el cielo en forma de abrazo,

para que los sientas en tí.

 

Cuando dos corazones se unen para amar,

ya lo dan todo.

¡Hasta lo imposible!

A través de un beso, una mirada, una sonrisa…

¡Todo sea por nuestro amor,

que se quedará por siempre!

 

 

¡DÉJAME SER BOXEADORA!

Recuerdo cuando niña,

veía junto a mi padre en TV,

las peleas de boxeo.

Ray “Sugar” Leonard,

era mi boxeador favorito.

 

¡Cuándo sea grande,

quiero ser una mujer boxeadora!

Con tanta emoción,

le comentaba a mi padre.

 

“Hija: Yo no quiero eso para ti.

Me gustaría que fueras profesora,

doctora, ingeniera, artista…

¡Pero boxeadora no!

¡No quiero que sufras golpes!

¡Y para las mujeres, se ve bien feo,

es mejor para los hombres!

¡Jamás lo soportaríamos tu madre y yo!”

Con asombro, me lo decía él.

 

En las horas de recreo de la escuela,

jugaba que era boxeadora.

La maestra me castigaba,

porque atacaba a toda hora.

Las niñas me criticaban,

¡porque jugaba a ser boxeadora!

 

Crecí y todavía soñaba con ser boxeadora:

Madrugar bien temprano,

Para aprenderme las materias de estudio,

Y con un 20, ganaba en mis notas.

Amé al Liceo,

porque con buenas calificaciones,

¡luchaba con el libro y el cuaderno

para ser boxeadora!

 

Los profesores admiraban mi esfuerzo

y con esmero me aplicaba.

¡Mis tiempos de liceísta

como buena alumna marcaba!

 

Un día,

mi padre no podía ayudarme.

¡Aprendí a ser boxeadora!

Ganarme con esfuerzo

el sustento para llevarlo al hogar,

y valorar mis propias cosas.

Ahora se por qué admiraba a Ray “Sugar” Leonard:

No por atacar con puños,

Ni reventarle a alguien la boca.

¡Hay que pelear bien duro,

para ganarse en la vida,

el cielo con la gloria!

 

Me esmero en ser la mejor trabajadora,

y culminar mi carrera profesional.

Disfrutar lo bueno de la vida,

Y por esa ruta voy a cantar,

reír,

llorar,

soñar,

bailar…

y batallar.

 

¡Con la fuerza de una boxeadora,

también aprendí a ser madre y a ser padre!

 

Veremos muchos boxeadores

que vinculados a este deporte

llevan el sustento a su hogar.

Un knock por el pecho,

                por el ojo,

                por el rostro…

 

¡Para alcanzar la gloria del boxeo,

empleas tus puños con fuerzas y furor,

venciendo al contrincante, te haces ganador!

 

Me aterran esos boxeadores

que al emplear su fuerza física,

atacan a su mujer, y a sus hijos hoy.

¿Cómo fomentamos valores,

si los golpes destruyen esa familia

sin misericordia de Dios?

 

En vez de usar tus puños,

usa tu conciencia y corazón mejor.

Seamos boxeadores por la vida,

por los sueños,

por la patria,

por la paz,

por la alegría,

por la prosperidad,

por la solidaridad…

¡Y veremos florecer nuestros caminos,

como regalo de Dios!

 

 

 

LA CLANDESTINIDAD DEL SILENCIO

En la clandestinidad del silencio

quiero perderme,

y pedirle al viento

que me guíe entre sus brazos,

para volar con los sueños.

 

En la clandestinidad del silencio

busco tu nombre,

            tu rostro,

            tu anhelo,

            tu amor…

 

¡Gritaría como el viento o el cielo,

al encontrarte en la clandestinidad del silencio!

 

Con un beso tuyo

encendemos

                    nuestros labios,

                        nuestros cuerpos,

                        nuestras palabras…

 

¡Y reventamos la clandestinidad del silencio,

porque volvimos a descubrir la vida!

 

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4 comentarios en «La clandestinidad del silencio»

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