Sacos negros[2] (Canto lento)
En el agua pediste ayuda y vislumbrado torvos reflejos
de apariencias desanimadas y expresiones abatidas
desafiando el principio de Arquímedes, habéis ensayado
que el peso del agua es de un color salvaje
en las ciénagas de provincia las ranas saltan felices
incitado por los ultrasonidos indetectables por el hombre
poniéndose siempre al seguro entre tierra y agua
agua y tierra
tierra y agua
tierra
agua
pero allí en el mar-canalla el peso era insostenible
para anular la profundidad habéis estado luchando
hasta que por ósmosis contra natura
los intestinos se han vuelto vasos comunicantes
con aquella agua salada que os ha llenado
fagocitando todos los órganos, ahora papilla.
Se han mojado las ideas y sobresaturados los proyectos,
las lábiles esperanzas se han hundido con ellas.
Desborda agua por cada parte
y está imposible contenerlo:
la vida es una esponja que se desfila
y desde ella cola para siempre la sustancia del ser
la conciencia es corrompida en los abismos
en las cuencas marinas de barrancos que tragan
y rechinan la toma con dientes de algas y acero.
El agua es en vosotros y en vosotros preside
el reflujo de la muerte por duras penas.
El agua está a vuestro alrededor
os rodea y os reclama cada más
en la descomposición de las carnes
a contacto con peces asesinos
felices de tener un banquete rico y gratuito.
El agua sois vosotros
y como altar de vida que consagra la llegada
os guarda con ella, entre las ondas que
vertiginosas y rugientes
empujan
se retuercen
se rompen
para volver a hacernos vivir.
Pero aquella agua que pesa demasiado
está cual sello de un naufragio atroz
tal que quien en agosto se baña en el Mediterráneo
no puede fingir de no conocer.
Vuestra vida dispersa en las aguas
Habita en cada molécula del mar.
¡Qué no se cierren aquellos sacos negros
aunque la vida ha exhalado sus últimos espasmos!
¡No se cierre el cuerpo en el plástico
que oculta la vista para siempre
y calcifica la vida del hombre!
El sol no llega hasta dentro
y la esperanza empaquetada de muerte se ahoga.
Peladillas luctuosas alineadas
con rigor y pericia
precisión y respeto
por la ignominiosa Europa en el corazón de la cual
pulula sangre-betún de dinero líquido.
Ninguna protección ni compasión
solo crueldad y falsa conmiseración
en los lados de la hermosa Sicania
donde las indistintas escorias de los muertos
sustituyen piedrecitas y válvulas rotas.
Cada crónica de muerte tiene su debut y su epílogo
desconsoladamente idéntico e imparable
Por una masa humana abandonada y perdida
con el llanto en los ojos que no puede derramarse
con el corazón en sumisa lucha contra la existencia
pero hoy, bajo el sol abrasante
¡no cerráis aquellos sacos de basura!
No diferenciáis la muerte de la vida
y dejad respirar aquellos muertos,
desahogarse de sus desprecios
e invocar sus propias divinidades.
Bebemos el acre olor de la descomposición
nauseémonos de mefíticas exhalaciones
inyectémonos los ojos con la virulencia
de la muerte que los otros han vivido
y que nosotros hemos observado áfonos.
¡No cerráis aquellos sacos!,
La vida en anaerobiosis no es del hombre;
En la muerte respira la vida que ha sido separada del cuerpo.
No flores dulces para mitigar el repugnante hedor:
¡qué se trague Flute de muerte
y se readapte el corazón del hombre insensible!
Porque la indiferencia destruye en el silencio
y explota en fragores de vicios e de impasibilidades.
Y hoy no debéis cerrar aquellos sacos:
dejad mis hermanos cerca de mí.
Bajo el sol que reina eterno
sádicamente invoco dolores contra los culpables.
Mientras los rayos tocan los artos atrofiados
por la motilidad anclada en abrazos imposibles
suplico de calentarme a mí también.
[2] El tipo de “saco” al que quiero referirme es exactamente el de plástico de la basura, empleado en los varios naufragios de los migrantes pescados ya muertos en el mar, como se ha visto allá tele.
Bravo Lorenzo! ????? Saludos desde México ?
Muchas gracias, querida Patricia.
Hasta pronto