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SENDERO DE UN VIEJO PEREGRINO

Elkin Barro

Su nombre es Roque, para muchos un viejo loco trastornado con delirios de riqueza. Usa una mochila vieja, de pita, sombrero de feria, barato, pantalón gris, de lino y franela blanca. Esta última, obsequio de uno de los caciques políticos de la región.

A diario recorre el pueblo de norte a sur entablando conversaciones con los lugareños quienes cariñosamente lo llaman San Roque. ¡Pues! les vino de la nada y les cambió para siempre la vida, para bien y mal. Fiel testigo es el señor cesar Calvo Moñón.

En una de sus habituales caminatas lo encontré la tarde de un lunes. Afanado como siempre. Miré fijamente su cara vieja y arrugada resultado del trabajo duro y el correr de los años. Estreché su mano con gran firmeza y cariño. ¡Conversamos largo tiempo! Le pregunté ¿cómo había pasado?, y respondió: «caramba, primo, muy bien gracias a Dios. Ahí vamos, sobreviviendo al día a día». En seguida pregunté: «¿hacia dónde se dirige?». «¡Primo, voy para la alcaldía! Tengo que arreglar un asunto con el secretario de planeación, un tal Orlando Azuero, ¡Porque mis fincas no se van a perder!», Exclamó en tono airado.

«¿A qué fincas se refería?», fue la pregunta que rondó mi pensamiento por largo rato.

Luego recordé que un amigo me había comentado que en su juventud el viejo Roque había trabajado para el señor Santiago de la cruz, cariñosamente llamado el Negro de la Cruz. Terrateniente y ganadero por herencia, bastante humanitario y servicial, con buen gusto por el porro. Quería saber más del tema de las fincas y no podía esperar a saberlo de terceras personas así que a primera hora del día llegué a su casa contigua a la plaza central, muy cerca al barrio “el Barranco”, cuna de pescadores y de la clase media del pueblo.

Ahí estaba nuevamente en los afanes de la mañana. Con personalidad de caballero me recibió. Me brindó un asiento y una tasa amarga de café, consecuencia de su nivel económico, que disimuló a carcajadas diciendo que por costumbre lo prefería así.

De la vieja casa no quedaba prácticamente nada. Un pequeño marco de madera carente de ventana, rodeada por un gigantesco rectángulo de caña brava. En su interior una mesa de madera colmada de chécheres viejos. Sobre la pared, una antigua foto del desaparecido Orlando Salgado Parody, alcalde por pocas semanas y muerto a manos de criminales quienes de esa forma le robaron el sueño a todo el municipio, también había en la habitación un calendario con simbología de la iglesia católica, un viejo reloj de pared marcando mal la hora y un antiguo cascarón de estufa marca Mabe.

Me sorprendió su memoria pues a pesar de los años me contó detalles de la historia fugaz de sus propiedades.

—Primo ¡pudieron ser mías¡, ¡y lo fueron! —Bajó la cabeza, parpadeó varias veces por unos segundos y dijo—: Yo fui trabajador de confianza del Negro de la Cruz por largo tiempo. Era su mano derecha y conocedor de sus más oscuros secretos. En compensación tomó la decisión de cederme tres de sus envidiables propiedades: San roque, Casa brava y Caño lindo. Esto se dio por amenazas constantes de los grupos armados que lo obligaron a marcharse a la ciudad para proteger su vida.

»Los demás trabajadores, de los cuales reservo sus nombres, empezaron a morderme los talones. Saqueaban y vendían reces, animales de monta y elementos del agro bastante importantes. ¡Todo esto a mis espaldas!

»Ello acarreaba múltiples consecuencias para mis haciendas. Fue tanta su astucia que en tan poco tiempo se llenaron sus bolsillos. ¡Todo! bajo la advertencia de que “al Negro, no se le ocurriera regresar ya que corría el riesgo de perder la vida”. Y como reza un dicho: ¡al caído, caerle!… se apropiaron de mis propiedades.

Callé por un buen momento, pase mi mano derecha por la cara buscando quitarme el sudor y junte mis dos manos.

—¡Es todo! —exclamé.

—No, ¡he perdido la batalla, pero nunca la guerra!

Sus palabras fueron tan certeras y conmovedoras que por poco hicieron salir mis lágrimas. No supe qué decir. Mi mirada impotente lo reflejó todo.  ¡Juzgar sus palabras no sería lo indicado en este momento!, Lo expreso porque desde casa se me ha enseñado a no poner en tela de juicio las sabias palabras de un adulto mayor, o mejor, de un guerrero de la vida.

El reloj por poco marcaba las 10:00 a.m. cuando dijo que por cuestiones de viaje tenía que irse. Fue lo primero que imaginé al momento de colocar el primer pie en su modesta vivienda.

Llegaría a Las canoas, corregimiento del vecino municipio de Pivijay, estaría unos días donde una hija y después viajaría a la capital del departamento del Magdalena.

Dicho viaje tenía como objetivo entablar una conversación con el doctor Carlos Caicedo, gobernador del departamento del Magdalena, para tratar sobre la compensación económica que habría de recibir por estar al frente de su proyecto político en los pasados comicios electorales.

Abrí sendero a sus cortos pasos y estreché su mano; agradecí conocer a fondo su miserable pasado. Dispuse mi rumbo nuevamente a mi humilde hogar; no sin antes pensar en toda esa odisea que le correspondió vivir.

Tal vez la vida fue injusta con este señor. Tal vez la falta de saber una sola coma determinó su trágico destino. Tal vez las personas de las que alguna vez se rodeó no fueron en definitiva trabajadores fieles y honestos. Sino, simples perros hambrientos de riqueza y poder. 

Si él supiera que el poder y la riqueza desenmascaran lo peor del ser humano seguramente nunca hubiera querido ser acreedor de ello. A lo mejor habría preferido dar gracias y no llevar a sus espaldas la carga moral por sus malos manejos. Seguramente no albergaría en sus viejas maletas sus sueños maltrechos, y mucho menos recorrería los tormentosos senderos de un viejo peregrino.

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1 comentario en «Sendero de un viejo peregrino»

  1. Un relato conmovedor, porque hay innumerables «viejos peregrinos» como senderos en el mundo.

    Como dijo una vez Exupéry «lo esencial es invisible para los ojos» y tu narrador es capaz de captar la verdadera belleza de ese «viejo hombre» de «cara arrugada» para muchos «un viejo trastornado». Y es que solo un corazón auténtico puede hacer visible la belleza interior para la razón, convirtiendo así la lógica fluyente en algo inseparable a la sensibilidad (como las reflexiones finales de tu relato).

    Toda la descripción de Roque, (física, emocional, vital) y de su hogar (me encanta el detalle del reloj marcando mal la hora con atraso, desde luego en una sociedad sedienta de lo superficial y en una continua competición con el tiempo, tu personaje no encaja. Es como un rebelde, un Don Quijote pero éste sin escudero, que intenta luchar solo contra los molinos de viento enormes e inanimados. Sus pasos son regidos por otras razones y valores independientes del espacio tiempo que mueve al resto de la sociedad.) son una sinfonía perfecta que dibuja la imagen de «San Roque».

    Los nombres, como el Negro de la Cruz, me parecen reveladores también. Quien quiera ir a contracorriente que coja su cruz y que se prepare a que le hielen la sangre hasta que se vuelva del color negro el día en que la tierra le acabe dando cobijo permanente.

    Me gustan tus reflexiones finales, pero si me permites un atrevimiento, los «viejos peregrinos» con los que he tenido la bendición de cruzarme en mi vida, son conscientes de todo esto y de mucho más. Y es este conocimiento junto a su lucha pacífica interminable lo que les convierte en verdaderos guerreros. Cuando uno se enfrenta a la realidad dolorosa acaba alzando la bandera blanca, pero seguir luchando sabiendo que acabarás desfalleciendo probablemente sin ver la guerra ganada, esto SÍ es valor.

    El detalle de la coma marcando el destino de una vida humana, me ha emocionado un montón, es la realidad para tantos guerreros sin nombre. Es un apunte realmente genial!

    Me gustaría terminar mi comentario con las palabras de un escritor genial que fue todo un canalla en su vida pero de éstos de los que no te dejan de enamorar, de éstos que te marcan de por vida por lo certeras, profundas y sentidas que son sus palabras y por el modo en que aúnen en sí esta mezcla tan misteriosa de luz y oscuridad, Charles Bukowski:

    «Solo los locos y los solitarios pueden permitirse el lujo de ser ellos mismos. Porque los solitarios no necesitan complacer a nadie y a los locos no les importa ser comprendidos”, ojalá se le diera la voz más a menudo a esos «viejos trastornados» como tu San Roque.

    Un saludo cordial

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