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LA VERSIÓN DE LA VECINA

Sebastián Orozco

Ahí está otra vez, gritando y maldiciendo. ¿Será que no se cansa de molestar? ¿Será que no se da cuenta que incomoda a los demás vecinos? Anoche se la pasa insultando y cuando por fin se calló, comenzó a correr los muebles por todo el apartamento como si no hubiera una hora más prudente para hacerlo, ¿quién sabe que la pasa haciendo? y como uno no puede decirle nada por qué viene y lo insulta a uno. ¿No le dará pesar con la pobre vecina que llega cansada de trabajar mientras él se queda en la casa sin hacer nada? Imagínese que ayer, como a eso de las 6:00 llegó a la vecina del trabajo, y la verdad, no sé qué le diría porque terminaron peleando en el patio. Y no es porque sea chismosa ni nada por el estilo, sino que estaba recogiendo una cobija de mi sobrino de la cuerda cuando se salieron a discutir, y como los patios quedan uno pegado al otro, comadre, alcancé a escuchar todo lo que le decía… ¡jummm! ¡Eso le decía de todo! Que no servía para nada… Y eso que la vecina es la que trabaja porque como el viejo loco se cree artista… Que se quejaba por todo y que vivía cansada. Y la pobre apenas le decía que se entrara, que no hiciera esos espectáculos, que si no le daba pena con los vecinos. ¡Jummm! Y eso fue mucho peor porque siguió con su insultadera. Yo me entré porque me dio pena que me escucharan en el patio y pensaran que les estaba poniendo cuidado. Al ratico escuché que la vecina le dijo que la dejara cambiarse y comer algo y que le ayudaría, no sé bien con qué, pero en todo caso que le ayudaría. Se callaron por un buen rato, eso sí, y ya cuando estaba acostada viendo la novela de las diez, empecé a escuchar que el tipo ese movía los muebles y arrastraba las sillas. La verdad no me dejó dormir, y como los apartamentos están pegados, eso se escucha todo.

¡No le bastó con no dejar dormir anoche! ¡Otra vez insultado! La verdad, No me gusta que mis sobrinitos escuchen las palabrotas que dice ese señor. Cuando el viejo se pone a insultar, yo prefiero salirme con ellos a dar una vuelta, o los llevo al parque, o a cualquier lado donde no escuchen esas cosas, porque ellos están muy chiquitos para aprender eso y porque también me da pena con mi cuñada que los trae aquí confiada que están bien y vea, aprendiendo los madrazos del vecino. Pero yo no le vuelvo a decir nada a ese señor; una vez me encontré con la vecina en la noche, después de ir a comprar el pan y yo si le dije que me daba pena molestarla, pero que los insultos del marido me incomodaban porque les enseñaban groserías a mis sobrinos, que en serio me daba mucha pena, pero que le pedía el favor. La vecina como es tan amable me dijo que sí, que no había ningún problema, que al contrario le daba pena conmigo y con los demás vecinos. Yo supongo que cuando entró le diría que, si no le daba vergüenza con la vecina y con los niños escuchando insultar como loco; y es que loco sí está porque no alcancé a entrar al apartamento cuando el viejo ese me gritó desde el patio, ¡vieja lambona! ¡No se meta en lo que no le importa, póngase a cuidar niños o a ver televisión, en vez de estar parando oreja a lo que no le importa!

Ya va como semana y media en la que los Nebreda, mis vecinos, no pelean ni nada. Es más, don David anda muy tranquilo, no se le escucha insultar como de costumbre. Estos días se la ha pasado encerrado en su apartamento y la vecina, sí que menos se deja ver; antes me la encontraba cuando salía a comprar el pan y nos deteníamos un rato a hablar de mis sobrinos y de su trabajo en uno de los bancos en el centro de Bogotá, ahorita no recuerdo bien en cuál, pero sí sé que trabaja en un Banco. Nos hacíamos en la entrada y hablamos un ratico hasta que don David se asomaba por la puerta y le hacía muecas para que entrara. Antier me encontré con doña Sara, la dueña del apartamento de enfrente al de los Nebreda, ella tampoco se la lleva muy bien con don David, pero por lo menos no la ha tratado de lambona como a mí. Doña Sara me contó que le había preguntado así sin más por la vecina, y que don David le había dicho que ella estaba trabajando muy duro porque la querían ascender, y que por eso no la veíamos ni por la mañana ni por la tarde, porque ya madrugaba mucho y llegaba muy noche porque quería ganarse el ascenso. Y es de entenderse porque un ascenso en un Banco debe representar muy buenos ingresos, o al menos eso creo yo. Aunque no sé si lo que dijo don David sea verdad, lo que sí sé es que se siente un alivio saber que los niños pueden venir a visitarme. Aquí entre nos, a veces pensaba que don David la emprendía contra mí y mis sobrinos porque parecía que cada vez que ellos venían, él se programaba para empezar a insultar, como si los niños tuvieran la culpa, o le molestara que ellos vinieran. En todo caso, se siente una paz del otro lado del apartamento.

Yo creo que la vecina se ganó el ascenso porque ya no se escuchan discusiones ni nada por el estilo, y no es que quiera decir que don David es un interesado, sino que como la vecina gana más, eso les permite salir a comer más seguido, tomarse una copa de vino, tener menos deudas, en sí, darse una vida mejor, o al menos eso creo yo. La vez pasada escuché a don David decirle a la vecina, “mi amor, te veo un poco pálida, espero no me mal entiendas porque aun así estás hermosa, ¿me dejas tomarte una foto? yo te pondré el color.” estoy segura de que don David la ayudó a arreglarse para la foto, porque al ratico le decía que sonriera y por la puerta se veía la ráfaga del flash de la cámara. Y no es porque sea chismosa ni mucho menos, sino que en estos apartamentos se escucha todo.

Aunque no he vuelto a ver a la vecina (supongo que porque está cansada como dice don David) en las noches se ve desde la calle la luz del televisor encendido, y desde mi apartamento se escucha don David reír. Un día me desperté muy temprano para ver a qué hora sale la vecina. Y aunque nunca la vi salir, si vi su silueta sentada desayunando en el comedor a través del velo que cubre la ventana de la sala que da con la calle. Y es que como don David es fotógrafo, él nunca corre las cortinas porque hasta donde tengo entendido, la luz daña el revelado de las fotos, o al menos así era en mi época. Lo mejor de todo esto es que los niños pueden venir tranquilos a estarse aquí un rato.

Lo que le tengo que contar le va a poner los pelos de punta. Yo estaba por Bogotá sacándole una cita a mi sobrino, al más pequeño porque había estado enfermo del pecho y tenía una tos muy fuerte. Cuando llegué al pueblo, las calles estaban repletas, no había por donde caminar y los carros de la policía y los bomberos pasaban a toda prisa con la sirena encendida. Yo pensé que había sido algún accidente en la carretera principal que conecta con la autopista porque en esa carretera hay muchos accidentes, casi siempre son motociclistas imprudentes que terminan debajo de los camiones de carga. Lo que me parecía raro, era que yo me había devuelto por ese lado y no había nada; además, los bomberos venían de su estación y los policías de la suya. Imagínese ese caos, los bomberos desde la Virgen y los policías, con ese ruidal desde el paradero de los buses, en donde yo me baje. Y para colmo de males, el ruido de las sirenas me tenía más y más asustada, porque entre más me acercaba a mi apartamento, más cerca se escuchaba el bullicio de las sirenas y el claxon de los carros.

Cuando llegué a la portería del conjunto, tres camionetas de la policía, el camión de los bomberos y una camioneta pequeña de color blanco del Cuerpo Técnico de Investigación estaban estacionadas cerca de la portería. La portada del conjunto estaba bordeada con cinta amarilla y negra, de esas que dicen peligro, y tras las cintas, se encontraban los vecinos que viven en el conjunto y gente chismosa del pueblo. Si soy honesta, yo estaba aterrada porque no sabía qué había pasado, la gente no decía nada, pero ahora que lo pienso, debió ser porque ellos tampoco sabían nada. Yo pensaba que podía haber sido un ladrón como con tanta inseguridad que hay en estos días… Y mientras me quedaba ahí parada, rogaba para que no fuera en mi apartamento.

Me preocupaba la camioneta del Cuerpo Técnico de Investigación, pensaba y prefería pensar que, la policía le había dado un balazo al ladrón y que ahora estaba el CTI recogiendo lo que quedaba de él. Si era así, bien merecido se lo tenía, por estar robando a la gente de bien. Como no sabía si eso era verdad, y ya estaba impaciente porque todo eso terminara y pudiera entrar a mi apartamento a constatar que todo estaba en orden y que la desgracia del ladrón era la de otro vecino y por suerte no la mía, me acerqué a un policía para preguntarle qué había pasado en mi apartamento. El policía fue grosero conmigo, me dijo que me retirara del lugar y que la situación era reservada. Al señor ese no le importó que le dijera que yo vivía ahí, que estaba preocupada porque fuera a mi casa.

Moviéndome entre toda esa chichonera, me encontré a doña Sara, la pobre estaba atacada llorando con el cabello revuelto, vestida con una sudadera negra y un saco largo de lana, (como si hubiera estado haciendo oficio y los policías la hubieran sacado así sin más a la calle). Ella fue la que me contó que había escuchado un disparo que venía del apartamento de los Nebreda y que ella había llamado a la policía porque no se había atrevido a golpear en la puerta de don David. En cuestión de minutos la policía llegó a la torre y empezó a sacar a la gente a empujones del lugar. Mientras me sacaban de mi apartamento, yo veía que dos hombres vestidos con overol blanco y tapabocas abrían la puerta de los Nebreda, yo no pude ver más que una pared salpicada de sangre porque los policías me empezaron a empujar y la verdad, estaba muy nerviosa; yo solo quería salir de allí. Eso era lo que me decía, mientras se secaba las lágrimas y los mocos con un kleenex que yo le había dado. Doña Sara también me contó que había intentado en dos ocasiones, llamar a la vecina, pero ella no le contestó. Doña Sara dejó de marcar por temor a que la regañaran o la despidieran por contestar en horario laboral. La pobre apenas me decía que le daba pena que echaran a la vecina por ponerse a llamarla cuando estaba trabajando. Y como todos estábamos convencidos de que la vecina estaba en Bogotá.

Ya había pasado como hora y media esperando a que la policía dijera algo o nos dejara entrar a nuestros apartamentos y nada… Al rato fue que salieron los hombres vestidos de Blanco arrastrando unas camillas.

El primero llevaba al muerto; la sábana lo cubría por completo y en donde parecía que estaba la cabeza, había un hueco del que salía sangre. Yo no quise mirar mucho porque me dio escalofrío y, además, cuando yo veo esas cosas no puedo dormir en la noche por la impresión que me da. Otro señor empujaba con dificultad otra camilla, procurando que la sábana no se cayera. Le costaba llevarlo tapado y se notaba que no quería que la gente lo viera. ¿Que sería ese bulto que arrastraba el señor de blanco con dificultad si doña Sara solo había escuchado un disparo? doña Sara me miraba igual de asustada porque ella tampoco sabía qué o quién salía tieso y deforme debajo de esa sabana.

Ya saliendo del conjunto fue que todos supimos qué era lo que había debajo de la sábana. Póngame mucho cuidado, porque ni yo me lo creo. Al señor que llevaba la segunda camilla, se le cayó el bulto tieso que llevaba cubriendo con cuidado. Yo no sé si fue por el viento o por error del señor, hay gente que dice que el señor al intentar tapar todo, enredo la sábana con la rueda de la camilla y pues… todos los que estábamos detrás de la cinta, vimos un cuerpo engarrotado, parecía que hubiera muerto sentada, en su manita tenía agarrado el control del televisor (no sé por qué no se lo quitaron antes de salir) su piel estaba seca y era como verde o café, y su cara tenía un montón de tripas o sesos pegados a los pocos pelitos que aún le quedaban agarrados a la moña templada que siempre se hacía para ir a trabajar; sus dientes parecían una puerta vieja, todos quebrados y amarillos. Tan linda que era la sonrisa de la vecina. Yo no podía hacer otra cosa más que llorar; doña Sara apretaba mi mano con la suya y me intentaba abrazar para que yo no viera semejante cosa, pero yo no podía quitar la mirada.

Los hombres del CTI al ver la expresión de terror que teníamos todos, aterrados ante tal descubrimiento, intentaron recoger la sábana del suelo para cubrir el cadáver de la vecina. Todos los policías rodearon a los hombres de blanco para ayudarlos a tapar el cuerpo, pero con tan mala suerte o mucha estupidez que, uno de los policías al agacharse volteó la primera camilla, la del hueco en la cabeza. Enrollado entre la sábana por la caída, pude ver el rostro de don David Nebreda, se veía triste, sus bigotes y cabellos estaban manchados de sangre y en su frente, un agujero del que aún brotaba sangre. Con el golpe un hilo de sangre salió de su cien. Los policías, los bomberos, y el cuerpo investigativo técnico estaban impresionados, no sé si por la aterradora escena de los Nebreda o por la imperdonable estupidez del policía que ahora tenía a la gente gritando por la condición de los cadáveres: don David se veía apagado por la falta de la vecina y ella se veía rígida, como si se hubiera muerto de repente. Y eso no fue lo peor que tuvimos que ver, para colmo de males, a los hombres de blanco les tomó como un cuarto de hora acomodar las piernas tiesas de la vecina en la camilla. Luego los hombres del cuerpo investigativo técnico tuvieron que esperar cerca de otra hora para poder hacer el respectivo levantamiento de los cadáveres, ya que la camioneta que habían traído era muy pequeña y ellos al igual que todos los curiosos solo contaban con encontrar un cadáver y no dos.

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