Enclavado en estas cuatro paredes cerradas en las mentes como en las salas de este oscuro recinto, me encuentro entre los condenados y juzgados sociales que están aquí por sus extraños pensamientos progresistas, por no ir acorde con la realidad y normalidad de mi ambiente.
Desde el momento, dicen, cuando di mis primeros pasos y mi boca empezó a balbucear sonidos, los cuales eran un triunfo para mis conocidos, en esta tierra bendecida por el azar, pero destruida por la secuencia de errores generacionales, las élites infundieron en los individuos que pensar diferente es pecado, ya sabía que la equidad es una locura inventada por los libros de ciencia ficción e historias empolvados, escondida, y así nos impiden encontrar la llave de la hermandad.
En este lugar lleno de pensamientos coherentes y lógicos, pero considerados locos porque la locura es razonable, ando ingiriendo pastillas para calmar mi ansiedad y depresión. Aunque no quiero callar las voces de mi cabeza, pintando ideas coloridas para adornar este gris lugar paradisiaco, pero oscurecido por la violencia, estoy obligado por leyes de los considerados hombres de bien, quienes infunden la locura en nuestro presente.
Mi condena a estar aquí es perpetua, así como perpetuada estará mi alma en esos pensamientos del pasado si mis ideas no han sido silenciadas con los psicóticos de la censura, ¿Qué habría sido de los otros coherentes considerados locos? ¿Seguirán llegando a este lugar a cumplir condenas? ¿O algún día nos darán de alta médica, para curar las heridas psicológicas dejadas por gente supuestamente cuerda?
El guardia de seguridad, (por cierto, no está utilizando atuendo médico), abre mi celda y me pide acompañarlo a tomar mi medicina. Me sienta en una silla, me sirve más de lo debido y exclama: ¡Hoy es el día cuando tu locura llega a su fin!
Yo, cabizbajo y con ojeras, alzo mi mirada y digo: «el fin de la locura no es finito, porque todo villano en el manicomio de la tierra de Colón, necesita un loco para poder infundir sus supuestas ideas coherentes».
El guardia me sirve la medicina con mano dura, voy apagando mis sentidos poco a poco, pero encendiendo luces de esperanza, así otro loco como logra iluminar este gris lugar paradisiaco, y termine lo que un día mi conciencia dibujó.