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ELLA ES

Rita Pacilio

 

La tenían en dos como una hoja, una sábana
las muñecas y los tobillos tenían una forma que se estira
una mandarina entera llenaba la boca y la garganta
a la luz del callejón esparcido entre los tornados

su examen de calificación, preparación para el primer
cliente la volvió como fruto inmaduro del cactus
deseado por la censura de quien se abre los pantalones
y empuja mirando a su alrededor que esté tapado
por la culpa que no va a parar en el látigo de los riñones
pero afina el mordisco y el liquido que gotea
de las dos bocas abiertas a lo largo de una línea común
en ese triángulo negro del que emergen los arrabales y el
desorden.


 

L’hanno tenuta in due come un foglio, un lenzuolo
i polsi e le caviglie erano in una forma che si stira
un mandarino intero riempiva la bocca e la gola
nel chiarore del vicolo divaricato fra le trombe d’aria

il suo esame di idoneità, la preparazione al primo
cliente la rendeva frutto acerbo del cactus
desiderato dalla censura di chi si apre i pantaloni
e spinge guardandosi intorno che sia coperto
dalla colpa che non si fermerà nella frusta dei reni
ma sintonizza il morso e il liquido che cola
dalle due bocche aperte lungo una linea comune
in quel triangolo nero da cui escono periferie e
disordine.

 

 

Le enseñaron el arte de ser una estrella silenciosa.
Le trajeron dos machos ya duros y listos,
enmascarados. Podía mirar sin lágrimas,
ni jadear, sin decir nada. Ella era negra
Había niebla en ese amanecer de febrero en el lago.

Las tragedias son una farsa preparada, ella creía
saber morir impasible,
sin sonrojarse. Los golpes son rocas que aguantan
ignorancia, generaciones que se derrumban
en las profundidades deformadas de la neurastenia.

El dolor estalla en carcajadas y busca el temblor
quiere quietud después de la tormenta.
Y se sonrojó con pudor
náusea que nunca adormece su hoja en duelo íntimo
el peso nunca fue suficiente para penetrar la dignidad
todavía blanca.


 

Le hanno insegnato l’arte di star muta.
Le hanno portato due maschi già duri e pronti,
mascherati. Poteva guardare senza lacrimare,
né ansimare, senza dire. Era negra.
C’era la nebbia in quell’alba di febbraio sul lago.

Le tragedie sono una farsa preparata, lei credeva
di saper morire in modo impassibile,
senza arrossire. I colpi sono rocce che reggono
ignoranza, generazioni che cadono a picco
negli abissi deformi della nevrastenia.

Il dolore esplode in una risata e ricerca il tremore
vuole l’immobilità dopo la burrasca.
E avvampava di pudore
nausea che mai intirizzisce la sua foglia al duello intimo
mai bastava il peso a penetrare la dignità ancora
bianca.

 

 

Ella es la fuerza masculina resucitada
de la muerte, hay debajo del pórtico
la fiesta a las entrañas rancias
y consuelo de las tinieblas.
Cansa arrojar las languideces
esa primera semilla coagulada
ancha, torneada, rellena en la falda
golpeada.
Esa noche eran una multitud profanada
un techo que sucumbe suave, sin luz
hinchado de ira.

La que amabas
la maté
la descosí por la espalda
le desgarré la carne
le succioné la sangre
la extendí en la sábana:
ella misma es aquel Cristo feroz.


 

Lei è la maschia forza che risorge
dalla morte, sotto il porticato c’è
la festa alle viscere rancide
e la consolazione dalla tenebra.
È faticoso buttare i languori
quel primo seme raggrumato
largo, tornito, ricolmo nella gonna
colpita.
Quella sera erano una folla profanata
un tetto che soccombe molle, senza luce
tumefatto di collera.

Quella che hai amato
io l’ho uccisa
l’ho scucita lungo la schiena
le ho tirato via la carne
succhiato il sangue
l’ho stesa sul lenzuolo:
è lei stessa quel Cristo feroce.

 

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