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CAZADOR DE ARCOIRIS

Emanuela Rizzo

 

A San Francisco

En los pies
desnudos como la tierra,
en esa capa
de caridad y amor,
capté el sentido
de cada vida
y la razón
de toda fe.
Desde siempre
andas
a mi lado,
tú hijo
de la naturaleza,
te recuerdo
cada vez que
me es hermano
el sol
de todo amanecer.
Toda luna
que la noche ilumina
te dedica todas
sus estrellas,
también esa
misma que se profesa
hermana
de cada una de tus manos
extendidas.

 

 

La dignidad de la Magdalena

Con la cabeza hacia abajo
ya eres una reina,
quien se arrodilla,
dice su oración.
Si existiera otro Dios
que no fuese el tuyo,
que también es el mío,
igualmente te absolvería.
Sin perdón
para los que no gastan nada
de sus bienes capitales
para encender
otra sonrisa,
desafío a los que llevan una vida árida
de egoísmo y quimera
para mirarte bien la cara.
Solo sé que,
siempre que llegue la tarde,
me gustaría que me reconocieran
la dignidad de la Magdalena.

 

 

Cazadores de arcoiris

Nosotros que contemplamos
la lluvia
esperando su final,
con la misma
tensión
de los que ven un muro
en una ventana.
Nosotros los que vamos
corriendo hacia
el futuro,
a menudo
sin conocer
la meta,
simplemente nos paramos
ante los arcoíris.
Contamos las sombras
esperanzados
y sabemos
que los colores
nos pertenecen
más que la lluvia.
Somos poetas
de la luz,
la melancolía
nos roza
pero no nos
gobierna.

 

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