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EL OJO DE LA MONTAÑA

Deisy Catalina Pérez

 

EL REGRESO DE LAS AGUAS

I

Penetra en lo espeso

un crujir afilado de dientes metálicos,

huye el viento tras las aves.

 

Hay caminos que se abren

como metáfora del final,

sumiso tañido de árboles al caer.

 

II

Arrastra el río

la viscosa miseria del oro,

—espesa ira de lo perdido—

 

Amarillos retorcidos de sedimento

ocultan la ignorada fuerza de su memoria,

el sol lo ha encontrado

desnudo de árboles

suspendido sobre todo aquello

que no alcanza a deshacer el tiempo.

 

Desconocido ahora, el sonido de los pájaros,

es la lluvia quien advierte

el ruidoso golpe de las piedras desprendiéndose…

cuesta abajo, la montaña desgarra

lo que queda entre el barro,

—las aguas regresan—

                                             se desborda la muerte.

 

 

MEMORIAL DE DESPEDIDA

                                                           A Gladys Gil Henao. In Memoriam.

 

Hay despedidas que se guardan en los pliegues de las manos,

firme anhelo que paciente espera ser caricia otra vez,

deslizarse suavemente en aquel rostro

palpar el camino hacia sus ojos abiertos.

 

La nostalgia desordena los recuerdos

revolotean imágenes livianas que cambian de color.

Allí está ella,

territorio siempre fértil de inocencia,

piel de nubes matutinas descansando sobre la cordillera

y un tímido rubor acrisolado a cada lado de su sonrisa;

el asombro adherido a sus verdes ojos

tocando traslúcido todo aquello

que había llegado a ser invisible.

 

Sobrevivió a la precoz angustia del tiempo,

a la ausencia de los brazos hermanos,

a la orfandad de los caminos con nombres extraños;

su felicidad seguía el trayecto que abrazaba el cuerpo del hijo,

las rutinas que sostenían su casa

las palabras que afanadas tropezaban unas con otras,

hasta el día que solo hubo silencio

y ya no pudo nombrar lo que amaba.

 

Hay despedidas con olor a vapores de eucalipto

y agua de rosas,

hay despedidas que caminan despacio un parque sin niños

y hay despedidas que contemplan por una ventana

las mañanas que el dolor ha dejado de contar.

 

 

EL OJO DE LA MONTAÑA

                                                           A Jeisson Pérez

 

La montaña te mira,

                                      luego llora.

 

El agua fluye desde lo profundo

ha tocado el vientre de las rocas

abrió un camino en medio del fuego

y ha descubierto la luz.

 

La montaña tiene ojos —me dices—

la miraste de frente, sin embargo,

lograste penetrar su profunda venganza

de cauces diáfanos,

de pupilas transparentes.

 

Ahora te vas

                              Indiferente

pero mañana,

la montaña grabará tus ojos

en las piedras que cubrirán el valle.

 

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1 comentario en «El ojo de la montaña»

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