Era yo compañera y cómplice de sus aventuras. En momentos de calor o frío, durante muchos días, noches, horas, lo acompañaba a escribir historias llenas de aventuras, de romance y amores imposibles. El chasquido de mis deditos se escuchaba en la pequeña habitación que usábamos de cómplice en nuestro imaginario.
Mis frágiles dedos, igual que tentáculos, transportaban cada palabra, cada idea. Uno a uno los signos de puntuación eran armados por mí como si fueran parte de un rompecabezas. Las historias de acción, vaqueros y el viejo oeste, ficción, terror y, por supuesto, las fábulas que me dejaron enseñanzas, estas y los cuentos infantiles de doncellas, dragones y príncipes encantados eran de mis favoritas. Y qué decir de los poemas que serían devorados por un romántico y apasionado lector cual si fueran postres de exquisito sabor. Mis manos plasmaban con tal precisión cada línea, cada trazo, en una hoja blanca inmaculada. Las noches de vigilia fueron muchas y las luces tenues del farol intensificaban nuestra relación. Yo obedecía como esclava a merced de su amo.
Hoy en los estantes han quedado colgados todos los relatos que me hacían sentir grande e irremplazable. Fui de mucha ayuda para muchos. Cansancio jamás tuve, muy diligente siempre fui. Pero ya presentía el cambio, hasta que pasó lo inevitable, fui encerrada en la mazmorra del olvido, en el desván más apartado. Mis dedos no chasquearon más, deteniéndose el sonido salir por las paredes como ecos fantasmales.
El espíritu del olvido se apoderó de mi escritor, de ese aventurero que se imaginaba las cosas más inverosímiles y extrañas del mundo y que yo escribía gustosa y anhelante de disfrutar cada una como si fuera mía.
Fue inevitable el exilio. Me reemplazó por una escritora que llegó imponiendo lo novedoso y jamás visto en este arte de escribir. Llegó elegante, altiva, con una memoria llena de información que le da todas las respuestas sin pensarlo, además, se encuentra dotada de diferente tipografía, estilo, proporciona variedad y le ahorra tiempo. No necesita la luz del viejo farol, es autosuficiente. Ella es menos ruidosa, pero parca en sus emociones. Tiene un donaire que lo mantiene entusiasmado. Cada libro hecho a través de ella se ha convertido en la sensación del momento. Mi amado escritor piensa haber encontrado por fin a su compañera ideal.
Fui apartada de las caricias de quien me hacía sentir útil. No he vuelto a ver la luz; me he convertido en un objeto más, sin importancia; otra ocupa el lugar que con tanto esfuerzo había conseguido. Ya llegará el día en que le toque pasar a el exilio y sea obligada a vivir en las tinieblas del olvido como lo hicieron conmigo. Sé que en algún momento seré recordada como una heroína y estaré en un museo exhibiéndome como la más grande entre las grandes, diosa de las letras y coautora de los mejores crónicas y cuentos.
Atentamente: LA MÁQUINA DE ESCRIBIR.
Hermosa apología a la máquina de escribir Alicia, aparato que nos ha acompañado a algunos en el proceso de la escritura
Hermoso cuento querida Alicia
Alicia eres una gran artista-escritora, excelente narrativa, muy sensible y exquisita
Alicia, hasta ahora pude leerte. ¡Felicitaciones! escritora, me encantó esa narrativa tan bien lograda sobre la máquina de escribir.