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CASTILLO

Sabrina Caballero

 

EL ÁRBOL

 

Erotismo callejero

donde el viento es testigo

 de las hormonas accionando,

estimular la adrenalina del alma

es tarea fácil cuando se siente

 el magnetismo de la seducción.

 

Rozando la piel,

dar lugar a sensaciones

debajo de las hojas

de un pequeño árbol,

el deseo dura

 tan solo un momento

y te eleva a un nivel supremo.

 

Caricias, besos

que despintan

la noche cuando el éxtasis

se apodera de tu cuerpo,

el poder de dejarse

fluir es majestuoso.

 

Solo quiero hacer realidad

 mis fantasías

que palpitan

en mi sangre.

 

No lo puedo evitar,

despertar las endorfinas 

definitivamente es dejar fluir

arte puro en mis venas.

 

 

ME PIERDO

Me pierdo en tus ojos,

tu mirada traspasa

mi alma y…

No son solo palabras,

con certeza afirmo

que no solo mi corazón

late cuanto te miro,

se resguarda una

sonrisa eterna

en lo más profundo

de mi ser.

 

Tantos vaivenes en nuestro camino

hasta que finalmente

nos volvimos a encontrar,

ni idea donde nos lleve el destino,

calculo hasta donde nosotros queramos,

en este sentido la vida es grata

 y somos nosotros

quienes le damos

ese sentido a la vida

convirtiendo nuestro mundo

en fantasías y risas

que nos reconfortan infinitamente.

 

Muero por estar junto a vos,

sin embargo…

No quisiera enamorarme

y lo sabes.

 

 

CASTILLO

Me pusiste en un pedestal

como si fuera el sol,

 la mujer soñada,

con palabras bonitas,

 halagos, adulación

siendo atento por demás,

inventando una historia mágica

que no existía.

 

Ahora me doy cuenta

 que era todo un espejismo,

casi me lo creo por eso puse freno,

los límites alejaron

«ese supuesto gran amor»

que dibujabas con palabras,

mascaras e hipocresía te impulsaban.

 

En el fondo pretendías saber

 como conquistarme,

llegó la ignorancia total,

era todo o nada,

sé que algún día todo termina

 y es necesario

 para salvar un alma pedida.

 

Justo a tiempo escapé

 de la gran telaraña,

del juego maestro

que parecía

un maravilloso castillo

donde yo

 era la Reina.

 

Ahora me doy cuenta

que en el silencio

hay respuestas,

que en las expresiones

 no siempre hay verdades,

que la fantasía e ilusión

eran predominantes,

pues entonces mi modo

de racionalizar era correcto.

 

Los caminos se cruzan

 y se desvían,

cayó el Reinado

 de facetas poéticas

 donde no cabía lo real

si no una fachada

 vestida de cuentos.

 

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