“Las épocas en las que no se escribieron cartas (…) son un páramo en el tiempo”.
Virginia Wolf
El género epistolar ha existido desde épocas inmemoriales. Las epístolas más antiguas conservadas pertenecen al Antiguo Egipto y están datadas en el siglo XXV antes de Cristo. Y aunque estas primeras misivas, llamadas Sebayt, escritas por los escribas de aquella época lejana fueron portadoras únicamente de instrucciones o enseñanzas éticas y cívicas para hallar “la forma de vivir la verdad”, no dejan de ser una evidencia del afán de comunicación del ser humano con sus contemporáneos y del anhelo de perduración de su legado para las generaciones sucesivas.
Todo proceso mediante el cual se transmite información de un ente a otro se conoce como comunicación, independientemente del medio usado para ello, sea éste oral o escrito. Pero todo acto de comunicación es también un intercambio de emociones, de sentimientos y de opiniones fundadas en la experiencia e historia propia de cada ser humano. Seres que se enlazan cual vasos comunicantes en cada acto comunicativo y que solo estando unidos son capaces de salvar todo desnivel, equilibrar toda presión y permitir el libre fluir de la sustancia líquida de su interior, sin importar la forma ni el volumen de su materia sólida exterior. Visto así toda comunicación es un acto de amor, una carta de amor ofrecida como regalo porque con cada sonido y con cada letra traza el retrato del alma de su dador.
Formuló Ovidio hacia el primer anno Domini en su poema didáctico El arte de amar :
“Si tu amante sondea el vado con las frases que escribió en las tablillas de abeto, encarga a una cauta sirvienta recoger sus misivas, reflexiona al leerlas, y colige de su propia confesión si es fingida o nace de un alma realmente enamorada”.
El poeta romano sugiere al lector inquirir con atención cada epístola para no verse engañado y sucumbido ante los versos de una fingida confesión de amor.
La poetisa Patricia Oropeza desde el mismo título de su poemario “Cartas de amor y otras falacias” apela la plena atención del lector, igual que hizo Ovidio en sus versos, antes de penetrar en el retrato de su alma perfilada en cada uno de sus poemas. Pero Patricia reclama la atención no porque la mentira anide en sus letras, sino porque una falacia no es solamente una mentira fraudulenta para dañar a alguien, todo fallo en la lógica de un argumento es una falacia también. Y tras las falacias con que se autoengaña el ser humano no siempre hay una voluntad de dañar, sino un fallo importante a la hora de secuenciar y relacionar la lógica tan ilógica muchas veces tras el sentimiento amoroso. Falacias de las que podremos liberarnos tan solo tras comprender los errores en los que siempre se han fundamentado tras la máscara llamada amor. Un amor no exclusivamente de pareja, sino aquel otro que engloba a todo y a todos por igual.
“Cartas de amor y otras falacias” es el primer poemario de la poetisa mexicana Patricia Oropeza. Esta primera edición recoge una colección de 63 poemas y 8 misivas que alzan el vuelo con la editorial colombiana Papel y Lápiz, formando un compendio de 104 páginas sobre el amor con sus elementos indispensables, tipología, destinatarios variados y falacias condicionantes y limitantes.
El poemario se abre con una dedicatoria en forma de agradecimiento:
“Al amor que todo lo puede, especialmente, a cada entrañable ser humano que me ha colmado con su amor para seguir adelante.”
A la misma le sigue el Prólogo redactado por el escritor colombiano Roberto Enríquez Izquierdo. Un prólogo en el que el poeta nariñense hace un recorrido entre los recuerdos y las emociones rescatados en los versos de Patricia y justifica la capacidad creativa y características literarias propias de la pluma de la poeta mexicana. Roberto Enríquez Izquierdo trae a colación uno de los libros de Irving Copi para reflexionar sobre las falacias que cual mitos siguen enraizados en el imaginario colectivo, aduciendo las palabras de Octavio Paz de que la poesía es la encarnación en palabras de la mitología de una época.
Tras el prólogo hallamos el cuerpo del poemario que está organizado en una línea secuencial donde cada poema goza de un espacio propio y posee un título en el que se concentra la esencia de la inquietud y de la emoción de los versos que lo componen.
El primer poema es “Remolinos”. Un poema en el que sentimiento y vocablos se funden para oscilar bailando en una sola vibración que viaja a través del espacio y del tiempo para ensamblarse al alma ajena. Es un poema que acoge y da la bienvenida al lector, ya que manifiesta la poeta, “del remolino elijo las palabras que se sienten,/ que vibran y bailan./ Y las dejo caer en ti, en tu alma.”
“Despertar” es el segundo poema del poemario. Una sagaz insinuación de que de toda muerte emocional se resucita y es solo tras el despertar del alma propia cuando se obtiene la plena conciencia y conocimiento sobre el mundo complejo que portamos en nuestro interior.
A lo largo de las páginas del poemario, Patricia Oropeza desnuda en sus versos las diversas y variadas falacias que nos paralizan y nos impiden ser nosotros mismos y clama por la libertad y honestidad del ser humano consigo mismo. Esta llamada y canto a la franqueza y a la lealtad hacia nuestro propio sentir está omnipresente en muchos de sus versos, pero es en el poema “Rescaté mi alma” donde su voz retuerce la conciencia para sacarla de toda somnolencia, producto de la falacia del sometimiento como seña de amor.
“Baja el telón,
la obra termina,
Ahora a empezar el juego de la vida,
Siendo fiel a mí y a mi alma rescatada” (pág.76)
El amor propio basado en el autodescubrimiento y aceptación es la clave en sus poemas para hallar la propia fuerza interior, como en los versos de “Alma inquieta”. Una fuerza interior imprescindible para amar en plenitud todo lo que nos rodea, desde el mismo ser humano hasta la naturaleza, la Tierra y el universo del que todos formamos parte interconectados cual en una onda de vibración perenne (“Somos de la fuente primigenia del amor”). Solo un ser completo es capaz de amar libre de falacias, porque toda relación orientada a completar un vacío interior estará siempre condenada al fracaso, ya que priva de libertad a sí mismo y al sujeto de su amor atando a ambos a una relación de dependencia.
El autodescubrimiento en los versos de Patricia puede llegar a ser doloroso, como en “Exorcismo”, pero es siempre liberador de prejuicios ya que rompe los falsos esquemas y permite afrontar con éxito todas las “Medusas y sirenas” del mar llamado vida.
La resiliencia es otro de los enclaves de la voz poética como paso necesario para sanar las heridas, como observamos en el poema “Caminar borrando”.
Patricia Oropeza disecciona al amor en sus elementos esenciales como la pasión (“Inenarrable”, “Mil razones”), la intimidad (“ Mi amada Parvati”) o el compromiso (“Votos matrimoniales”). Cincela con letras la diversa tipología de amor; aquel que liga en una relación de cariño y amistad (“Amigas”); el que fruto de un encaprichamiento o pasión acaba siempre en cenizas (“Sin dueño”); el amor que un día evolucionó en un compromiso y que tras verse disuelto por las aguas del tiempo y de las promesas sin cumplir deja siempre un “Vacío” insondable; hasta llevarnos al amor consumado donde la intimidad, la pasión y el compromiso van siempre de la mano, como en “Almas gemelas” o “De tu corazón al mío”; pero nos traza también el amor a la tierra y su pueblo (“Espíritu revolucionario”); a la naturaleza “ Amada Madre Tierra”; o a los que nos acompañaron y apoyaron durante el proceso propio de crecimiento personal, sea un compartir en persona como “A mi padre” o con un ejemplo legado, como en “Frida”.
El estilo de la poeta aparentemente sencillo es conciso, elegante y conmovedor por su franqueza y naturalidad. En sus versos hallamos figuras literarias variadas (metáforas, símiles, oximorones encadenados, etc.) y un vocabulario preciso y sensual que hace que seguir el hilo de su pensamiento y sentir sea fluido. A medida que se avanza en la lectura, más cercana al lector es sentida la voz tras los versos.
Las cartas de amor de Patricia Oropeza son mensajes colmados de luz y de sabiduría erguidos en versos la mayoría y cual poemas en prosa los ocho que cierran el poemario. No siguen la estructura fija del género epistolar porque lo que importa son las verdades y palabras fijadas en las hojas para ser lanzadas al mundo, sin un destinatario concreto, como asevera también el dibujo de la portada: una muchacha vestida del color de la luz que esparce sus misivas de amor sin mostrar su cara, porque su faz puede ser la de cualquiera de nosotros tras cuyos pasos brota la hermandad en el amor hacia el mundo entero, cual en los versos del poema “Avanza” de esta poetisa mexicana:
“Rebusca en tu vida, retoma tus sueños,
abre las alas y remonta el vuelo.
Abre los ojos, disfruta el paseo,
Sin prisa y sin pausa, es tuyo el momento”
Muchas gracias querida Veli 💕 es un honor para mi. Te abrazo 😘😘🌻🌞
Excente.