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SUEÑOS DE CALAVERAS

Cuentos cortos

Roberto Enríquez Izquierdo

Palabras que inventan la muerte

Había salido de viaje, llevaba una hora de recorrido y recibió una llamada de su amante, la vecina: tu querida esposa se encuentra, en este momento, con un hombre, siempre la frecuenta, si quieres encontrarlos en escena ven pronto. Dio media vuelta al vehículo y emprendió su regreso a una velocidad increíble que las llantas mordían el asfalto y sentían su dolor. Desde la distancia miró un personaje que salía de su casa y abordaba un taxi; el cual, desapareció con rapidez. Su esposa estaba en el baño, sacó su pistola del nochero y le propinó dos disparos.

—¡Con quien estabas maldita! —Exclamó.

—Ella agonizando le dijo: Tu padre vino a dejarte el dinero que te debía.

El hoyo soplador

Era un personaje que se alimentaba de forma desordenada, era un obstinado consumidor de toda clase de productos lácteos existentes. Por lo tanto, siempre permanecía con flatulencia y expulsando gases estomacales. Sus amigos y amigas le decían de sobrenombre: El hoyo soplador, disparaba ventosidades en todas direcciones acompañadas de ruido y de todas las formas de vibración y duración, imitaba desde la flauta soprano hasta el contrabajo; en ocasiones se aproximaba a la tuba. En una oportunidad parecía un violoncelo en otoño, dijo que estaba nostálgico porque su novia le había terminado.

Poseía una gran velocidad para disparar. Una ametralladora le quedaba pequeña, y de acuerdo al sonido agudo producido, semejaba una pistola nueve milímetros porque silbaba en sus disparos. En algunas ocasiones su evacuación imitaba cañonazos.

Su hoyo soplador estaba haciendo ¡Pum! ¡Pum! en todo instante. En ocasiones decía: Estoy como pólvora navideña. Era inimitable tanto por el detonante que poseía como por sus malos olores. Cuando sus gases digestivos eran intolerantes, sus amigos se cubrían la nariz y se retiraban espantados, los perros huían aullando y los gallinazos revoloteaban a su alrededor.

¡Al fin!, este personaje se dio cuenta de su problema. Descubrió que su producción se aproximaba a mil pedos por segundo. ¡Es inaudito!, exclamó, debo hacer algo. Buscó un médico especialista y le contó el problema; sin embargo —le dijo— lo bueno es que no tienen mal olor. El médico quedó asombrado y le propuso que era urgente hacerle una cirugía en la nariz y luego tratarlo del aparato digestivo.

Astral

Andreina sufría lo indecible, sus padres eran intolerantes y desconfiados, la cuidaban de manera exagerada, hasta tal punto de manifestar miedo por perderla. Ella les decía: ¿Por qué tienen miedo? ¡Nada va a suceder!, pero sus padres continuaban igual.

Jhosep había logrado el amor de Andreina, en realidad se amaban mutuamente. Sin embargo, sus encuentros eran regulados por los padres de Andreina. Los momentos de intercambio amoroso, solo se presentaban, en el colegio, en los momentos del descanso. Abrazarse y besarse, les hacía mucha falta.

Cuando se despidieron, a la salida del colegio, Jhosep le prometió que para disfrutar de su amor debían encontrarse en los sueños y le dijo: espérame en tu lecho concentrada y paciente, en meditación profunda, entre un sueño celeste. Y no abras tus ojos, cuando sientas mi llegada porque se asusta la noche. Andreina cantando de alegría, subió al bus escolar, llevaba la esperanza de que esa noche, se encontraría con su amado.

En la mañana atravesaron miradas como exclamando: ¡nada sucedió anoche! A la salida Jhosep pensó: ¡Vuelve y juega! Se acercó donde Andreina y expresó:

—¿Soñaste conmigo anoche?

—No —contestó, a secas—, ¿y tú?

—No fue posible. Pero esta noche será, te prometo que llegaré silencioso con mi cuerpo galáctico, con la húmeda brisa de la inspiración. Y con aroma de incienso despertaré tu alma.

—Está bien, te espero —contestó Andreina.

Llegó la noche de anhelada espera. La luna, rebosante de luz, los premió con sueño profundo. Jhosep estrenó alas en un viaje estelar y en vuelo de ensueño llegó donde Andreina y, como rayo de luna, se filtró por la ventana. La miró en su lecho, hermosa como era: Su rostro sonrosado, sus párpados cerrados y sus labios color rosa. Se aproximó a su cuerpo flotando en el aire y acarició su rostro, y ella “despertó”. Jhosep le dio la mano y levantó su cuerpo que no era su cuerpo y le habló: cúbrete con mi cuerpo como si tuvieras frío que viajarás conmigo por el espacio estelar. Y en este sueño lúcido conocerás el amor.

Andreina estrenó alas, eran dos ángeles en vuelo por el espacio sideral. Se amaron en la distancia y en la cercanía de un beso y caminaron por cerros, llanuras, laderas; se bañaron en lagunas, arroyos y ríos; visitaron la luna, luceros, estrellas; y felices viajaron por el azul del cielo, cada vez más lejos en la dimensión astral.

Se amaron hasta el infinito llegando hasta un suceso fatal, ¡qué horror! Jhosep ya no despertó para ir al colegio; por otra parte, Andreina también se había ido con Jhosep. Sus padres lloraron lo indecible y hubo muchos comentarios por parte de sus compañeros de estudio. Cuenta la leyenda que, en la luna llena cuando está repleta de luz, se miran abrazados, estos dos enamorados.

Fantasía sideral

Siempre me encontraba con María Del Río. Por cierto, era muy hermosa; sus ojos eran esquivos, no había logrado mirarme en ellos por más intentos emprendidos. Sabía que le gustaba, me llenaba de besos y abrazos en cada encuentro; en otras ocasiones, se desnudaba y se acostaba en mi cama sin ningún pudor, y me contagiaba de su erotismo.

Una tarde mientras estaba haciendo mis trabajos escolares, escuché la voz de María Del Río en el segundo piso. ¡Qué raro! ¿Será ella?, me pregunté. Subí las escaleras, su voz y su risa venía de la habitación de mi hermano mayor, me aproximé a la puerta y la abrí; sin lugar a dudas, era María junto a mi hermano, ¡No puede ser!, estaban desnudos haciendo el amor. Ellos no se dieron cuenta de mi presencia; entonces, cerré la puerta nuevamente y nunca más volví a verla, en mis sueños.

Sueños de calaveras

Se paseaban sin compasión los ángeles negros, había un velorio donde pululaba el aroma a gladiolos y azucenas. Mirtha lloraba por su ser querido, su padre. Se armó de valor y le preguntó a uno de ellos: ¿Quiénes son ustedes? Somos ángeles vestidos de esqueleto, contestó uno de ellos. Mirtha hizo silencio y luego dijo: ¿Qué hacen aquí? Vigilamos los sueños de calaveras y exigimos que los difuntos permanezcan boca arriba. Y ¿Eso para qué? Para que sus huesos y su carne, solo se miren en los sueños y, así, sus seres queridos se consuelen y no los olviden.

Estas palabras dejaron satisfecha a Mirtha, sabía que necesitaba consuelo para vencer este instante de tristeza, tenía la esperanza de mirar a su padre, por lo menos, durante los sueños. En seguida… ¡Despertó a su realidad!

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2 comentarios en «Sueños de calaveras»

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