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EL OLVIDO

Elkin Barros Olaya

Al anochecer sentí un fuerte dolor en mi pecho, mi respiración poco a poco se acortaba, mis manos y pies se empalidecían y no respondían a mis órdenes. Es como si una espada de gran filo te cortase en dos mitades, cada una distinta a la otra, pero complementarías entre sí. 

Y de repente estaba ahí, en el interior de esa vieja caja de madera, en un sueño profundo y eterno, vestido de doctor, con dos tapones de algodón en la nariz; mi mandíbula inferior suavemente amarrada a mi cabeza dejaba al descubierto mi silencio. Es lo que, en una rápida mirada, logré ver desde el exterior gracias al vidrio traslucido de ella.

Poco después, fijé mi mirada al recinto, hice un barrido de trescientos sesenta grados y noté un altar adornado con velas, un cristo en crucifixión, dos vasos de agua a la mitad y muy pocas flores. A lo lejos, se dejaban escuchar llantos tenues pero lastimosos. Su lectura traducía la escaza resignación que había en sus autores de no dejar escapar a un ser querido.

¡No es el tipo de escena que hubiera preferido ver! ¡No! ¡Al menos, en ese momento!

Todos sabemos que alguna vez, tarde o temprano hemos de partir de este mundo. Pero, existen detalles que nos duelen aún más y es, señor lector, el hecho de no saber ¿dónde?, ¿cuándo?, y ¿cómo? el día y la hora.

Interrogantes con un trasfondo filosófico como los tradicionalmente utilizados: ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿para dónde vamos? Preguntas que socaban la existencia misma del ser. Tal vez, la muerte no sea más que eso: Una cuestión filosófica.

Preguntarán entonces: ¿Dónde está lo filosófico en ella? 

Pues bien, en ese extenso trasegar del espíritu, dejamos una larga historia por contar, quizás esta que lees es reflejo de la misma. Amigos, enemigos e incluso más que esos, hermanos. Buenos y malos recuerdos que con el tiempo no serán más que eso, recuerdos.

¡Lo material se queda! Hazte una idea de cuán grande y extenso pudiera ser ese ritual final, si obligatoriamente nuestro sin fin de pertenencias tuviese que acompañarnos. ¡No hay espacio para ello! Simplemente, ¡no lo hay!

Un futuro incierto es el que se afronta. Futuro del que no se tiene certeza si nuevamente renacerás, si tendrás otra vida, otro cuerpo e inclusive, otra oportunidad de vivir y enmendar esos errores que, por el simple hecho de ser humanos cometemos.

Tal vez sea miedo lo que se afronta. Miedo de saber ¿qué pasará con nosotros?, miedo al ¿qué ocurrirá con todo lo que dejamos?, miedo de empezar de cero y enfrentarse nuevamente al mundo.

Ahora bien, y si cuando morimos la luz al final del túnel, esa de la que muchos comentan, ¿es la luz de otro hospital? Y ahí estamos, naciendo otra vez. Nuestro llanto es la razón de ese miedo. Recordamos toda nuestra vida pasada, lloramos desconsoladamente por el hecho que morimos y perdimos todo.

¡Pero si todo es miedo! ¿Qué hay del tiempo? ¿Tiempo? ¡Eso es lo que no tenemos en esta vida!  Ya me dirás que te brinde tiempo para despedirte, para arreglar todo e irme en paz, para prepárame y preparar psicológicamente a la familia.  

El tiempo en este caso, no es más que un arma de doble filo. Por un lado, necesitamos de él para construir nuestros lazos sentimentales, nuestros recuerdos y espiritualidad y, por otro, es quien nos entierra en el sótano mental de aquellos quienes fuimos un simple parpadear en sus pasajeras vidas.

Para reafirmar esto, traigo a colación un corto escrito en los muros del campo santo del pueblo, que coincidencialmente guarda semejanza con lo reseñado en esa vieja champeta interpretada por El Jhonky: …se encargará el tiempo de borrar tus malos recuerdos, junto con tu pasado y una historia que queda en cenizas… ¡Por algo le decían el profeta de la champeta!

Ante estas incertidumbres, extiendo la invitación a usted, querido lector, a disfrutar lo poco de la vida. A vivir nuestro día a día como si fuera el último y encontrar el deleite de ella en cada momento compartido, pues, la vida se compone de momentos, detalles y situaciones. Porque como de costumbre solemos decir: ¡No seremos más que eso, olvido!

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4 comentarios en «El olvido»

  1. Mi colega y amigo gran reflexion sobre la vida y la muerte que tanto nos asusta esa incertidumbre de no saber que hay despues de ella… pequeño gigante de las letras mia respeto y admiración…
    Un fuerte abrazo y siga ejercitando esa pluma fima…

  2. Elkin, muy buen escrito. Supiste cómo manejar la palabra para hacer de un evento ordinario algo que nos cuesta trabajo hacer: reflexionar sobre la existencia.

    ¡Enhorabuena!

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