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EL RUIDO DE TU GUITARRA

Leonardo Petro

 

A media voz

(La nostalgia de Mar del Plata)

Fue en un pueblo con mar como dice Sabina.

Plan de bohemio (de solitario dije por dentro).

Las olas susurran secretos al viento,

el mar refleja alegría y tristeza en sus aguas.

Cómplice, siempre conoce la verdad.

Mis palabras se desvanecen en el aire salado:

“Otra botella que tiro al mar con un mensaje”,

a lo lejos se escuchaba la tormenta que nos esperaba en Castelli.

Me desvanecía en el aire salado, en el silencio de la despedida.

Llegamos a tiempo,

al mismo tiempo empezamos a marcharnos.

Reconozco su voz a media voz,

a media voz, nuestras miradas se encuentran y se entienden,

no hay necesidad de palabras.

Se despierta también el amor a medía voz

como un secreto compartido,

en el silencio desnudas nuestras almas.

Apenas nos conocimos y ya empezamos a irnos de a poco;

un canto suave se eleva en el cielo,

fuego que arde en nuestros pechos,

roce de manos como anestesia,

buscamos un adiós que no duela tanto. El olvido encuentra su fragancia.

A media voz, nos decimos te quiero.

Ella sabe que será la única noche,

yo inocente esperando que no acabe el sueño.

Las luces del bar se desvanecen llevándome cerca y lejos de ella,

mientras el viento no deja susurrar su nombre en mis oídos.

En mi almohada sus cabellos rubios,

en mi piel su piel,

en el aire y en mi ropa su o lor a olvido.

El mar susurra su nombre en cada ola.

A media voz, me despido de ella;

A media verdad, me dice adiós.

Mar del Plata sigue latiendo, contando nuestra historia.

Ella indiferente como si nada,

yo buscando su presencia en la brisa salada.

Otra botella que tiro al mar con un mensaje.

El mar frio, también indiferente sigue abrazando la costa,

Mar del Plata sigue latiendo, esperando el regreso de los que a media vos…

Se amaron y se fueron.

 

 

Verbos conjugados en pasado

Cambiar “amo” por “amé”,

“sueño” por “soñé”.

Cómo duelen los verbos conjugados en pasado.

Conjugar es cambiar carne por fotografía, aliento por suspiros,

y lágrimas… las lágrimas no necesitan traducción ni conjugación.

El amor que se fue,

en pasado se quedó.

Se escucha doloroso el eco de los verbos conjugados en pasado,

resuenan en el alma,

en la herida, en la cicatriz,

en el insomnio. En el silencio de la noche.

En pasado los verbos son heridas hipertrofiadas,

el “amo” convertido en “amé” o en “amaba”,

y en el pecho un eco doloroso que se adentra.

El “sueño” convertido en “soñé”,

es el nombre de la amante muerta

que se escapan de los labios.

Los verbos en pasado son flores disecadas,

álbumes de fotografías,

conjugarlos es un ejercicio doloroso,

es pasearse por la herida,

visitar la cicatriz.

“Yo espero”, la esperanza que algún día me quieras,

“Yo esperaba”,

es una catástrofe la esperanza en el amor,

la esperanza de la reciprocidad.

Suena mejor, aunque tenga sabor amargo el verbo “perdí”,

y siempre quedará en presente el verbo “lloro”

porque las lágrimas nunca harán parte del pasado.

 Sin embargo,

los verbos “olvidé” y “aprendí”

son el boleto de entrada al paraíso,

= la diana perfecta =

Así como no podemos sostener el humo de los sueños,

los verbos en pasado nos vencen, nos sepultan,

entre el silencio y la palabra

siempre habrá una sonrisa. Un verbo más para leer.

 

 

Me enseñaste a morir bien y marcharme a tiempo

Me enseñaste a morir bien y marcharme a tiempo,

a despedirme con gracia y sin lamentos.

A decir adiós sin aferrarme,

a navegar y a soltarme

a olvidar de la mente las cadenas,

a seguir a favor y contra el viento.

Me enseñaste que el olvido no es olvido,

que el tiempo no borra huellas,

 las guarda en un rincón callado

y las saca al momento del final y del fracaso.

 

Me enseñaste que el fracaso no es final

ni el final es el fracaso

es simplemente un latido.

La diana perfecta, un nuevo trazo.

 

Aprendí que el olvido es un arma cruel

que los dioses envidian,

que morir lleva poco tiempo,

que el olvido es un puñal de doble filo,

de eterna sonrisa,

que el dolor se desvanece tenuemente,

se perpetúa en cicatriz

que hiere y que lastima,

en la piel, en el abstracto.

 

En cada despedida me enseñaste a liberarme

de la feroz prisión,

de la puñalada, de la piel y del abstracto.

Me enseñaste que todo es elección,

que la fruta prohibida

es mía y nuestra,

que está oculta en el alma

y en el silencio crece como suspiro

el beso que me diste al final como castigo

como olvido, como una bala perdida.

 

 

El ruido de tu guitarra

Cada vez que te alejas

el mundo desvanece en un suspiro,

no hay palabras.

El corazón un mar de silencio.

Te subes al avión, el aire se vuelve denso,

los recuerdos se agolpan en mí mente,

nubes grises en el horizonte.

Cada vez que me regreso es una pequeña muerte.

Me subo al avión con pesadas maletas,

recuerdos,

canciones tuyas, poemas míos y el ruido de tu guitarra.

El mundo desvanece en un suspiro.

Los ojos se despiden con la promesa del próximo puente,

nos marchamos lentamente.

Tranquilo que en cada despedida también hay esperanza,

la esperanza de la distancia,

me susurra al oido

 el fantasma que con tu nombre me persigue.

 

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1 comentario en «El ruido de tu guitarra»

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