El príncipe
No veas para atrás, sigue tu camino dorado, no veas hacia los lados,
sigue adelante, busca familias
que te están esperando…
(Sinaloa, México. 1938) Mujer ingenua, soñadora, decidida y persistente. Creyente en su hacedor. Con un perfecto fulgor de esperanza y la total capacidad de amar todo lo que sea digno de alabanza.
No veas para atrás, sigue tu camino dorado, no veas hacia los lados,
sigue adelante, busca familias
que te están esperando…
Cuántos filos van delante de mi, hiriéndome el alma, quitándome el aliento, me han robado la confianza, todo es una duda para mi, ya no hay amigos, todo es pena.
Cobíjate con la incógnita de tus sentimientos, no llores, no te quejes, nada te falta, cierra bien la puerta, no se filtre el aire húmedo, y te refresque la memoria.
La paciencia que da esperanza, el dulce sueño que llamamos muerte, el crucero que marca el sendero de la perspectiva eterna, hay una meta más allá de la resurrección, la exaltación.
Camino solitario, Pisadas en abrojos,
sembrando canciones, canciones de amargos sollozos.
Lo Uriarte lo mezcló con lo Real, de mis bisabuelas maternas, lo Castro lo mezcló con lo Sánchez, de mis bisabuelas paternas.
En una noche de luna, donde podamos contar las estrellas, antes de un nuevo amanecer, le pediría al tiempo otra tregua más.
Yo nací para, en cada amanecer, elevarme con el sol, dispuesta a dar mi vida, tan solo por una razón, agradarle a mi creador, con toda mi alma, mente, fuerza y corazón.
Tras la puerta escuché, la queja a tu creador, le reclamabas, no sé que cosa, como si ya no pudieras llevar el timón. Pedía unos zapatitos nuevos,
Para caminar mejor, llorabas impaciente corazón, como si quisieras robarle la esperanza al tiempo.
¡Oh Señor! Son hermosas yo lo sé, no las puedo comparar ni con las estrellas, ni la luna, ni el sol, ni con ninguna otra cosa tan hermosa que hay aquí.