El encuentro inesperado
El dolor avieso ensombrecía sus antiguos ojos ibéricos, y acudían a la mente los escombros de la vida reciente o lejana, atiborrada de cosas postergadas, pero de pronto el aire de nuevo, el espasmo que cesaba y sus ojos sin sombra ni dolor, entonces sí, continuar trepando hasta la casa desde donde Sofía le sonreía tras el vidrio…