Simaluuna Palaa
Cuando el apalaanchi estaba en el mundo de Lapü, ella le envolvía la humanidad con sus cabellos y lo besaba por todo el cuerpo.
(Maicao, Colombia. 1987). Es Wayuu del ei´ruku Epinayuu de la ranchería de Ishamana. Licenciado en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad del Atlántico donde obtuvo calificación meritoria por su proyecto de grado “Estudio de la etnohistoria y cultura de los Mokaná como aporte al fortalecimiento de la etnoeducación”. Es Magister en Pedagogía de la Universidad de La Sabana. Labora como docente de aula de la Secretaría de Educación Departamental de La Guajira.
Cuando el apalaanchi estaba en el mundo de Lapü, ella le envolvía la humanidad con sus cabellos y lo besaba por todo el cuerpo.
De repente, te reto a viva voz, quitándome el sombrero que llevo puesto y ondeándotelo a un costado. Acudes a mi encuentro circundando el pio’uy. Haces un giro para que seas reconocida por los asistentes, saludándolos al mismo tiempo.
princesas en estos reinos de matorrales desérticos.
Miró que en la enramada también se encontraba la suegra, vestida con una manta elegante y una pañoleta que cubría su no muy poca cabellera, una mujer bastante seria y silenciosa que no sonreía en ningún momento, ni siquiera el día en que le envió como muestra de agradecimiento y reconocimiento varias cabras de su rebaño.
Han pasado muchas lluvias desde que tu familia abastece los mercados de Ichitki, desde que llegaron los alijuna provenientes del otro lado de los dominios de Palaa para quedarse a vivir en estas sabanas.
Tomando café se reprochan entre ustedes el descuido, se dicen que deben echarse agua o hacer lo que sea para no quedarse pegados a la hamaca, que tiempo tendrán para descansar cuando se mueran como lo hacemos nosotros, sus antepasados.
Ella era una hermosa joven del ei’ruku Pushaina que vio por primera vez la luz en estas pampas tropicales, donde creció jugando con sus wayuunkera a las orillas de la laguna donde las criadas lavaban la ropa y los animales saciaban su sed.
Cuando llegaron al Santuario, el flamenco de este relato conoció a Nalys, una hembra a la que impresionó con su brillante plumaje rosado y a la que invitó a danzar, aunque ella al principio se mostraba reacia a su cortejo, aceptó la invitación y bailó con el macho durante toda la tarde.
Los guiaste al cementerio de tus propios vecinos, los del linaje Epinayu, aquellos que golpeamos duro en los caminos y que descendemos del venado. Como wayuu olvidaste que estos lugares son sagrados para nosotros porque son las escrituras del territorio…
Por su rojo brillante, el espécimen que compré era un macho, las hembras eran de color rojo pálido, sus variados silbidos o cantos emitidos desde lo más alto de los árboles anunciaban la llegada de nuestro Padre Juya para bendecirnos después del período de sequía
El origen de la desgracia para la gente tuya fue el hecho de que el ganado muerto era de nosotros, los pastores. Vivíamos en las sabanas y considerábamos a estos animales como moneda en nuestra economía.