Epitafio
Fue ebrio, mal hijo, obtuso y mezquino, escribidor, sin metro y pésima rima. Acérrimo perdedor que en su sima el fracaso lo hizo un experto cretino.
(El Paso, Cesar, Colombia. 1983). Ingeniero Industrial. Le gusta escribir Poesía, Cuento y Novela. Autor de la novela corta: “La comarca de los hornitos de San Marcos. Historias de tabaco y panela”.
Fue ebrio, mal hijo, obtuso y mezquino, escribidor, sin metro y pésima rima. Acérrimo perdedor que en su sima el fracaso lo hizo un experto cretino.
Declinando hacia el poniente, y obstinado su majestad, riñe, contra su voluntad lo hala el ocaso inminente.
Esa tarde pasó, de forma abrupta, a ser la más triste del receso escolar. El anhelo más deseado por un par de niños se había esfumado repentinamente como el mes de diciembre, que con su insistente brisa siempre afana a los días para cederle un amplio espacio a la llegada del largo enero.
Las hojas rojas de los almendros avisaban el inicio de semestre y el hervidero de estudiantes de ingeniería se arremolinaba en la cartelera informativa…
Y solo basta la palabra incipiente, la palabra mágica que nos pellizca el nódulo sensible de nuestra mente. La aguda corteza temporal se arisca
la primera vez que un hijo, de repente, balbucea tu nombre en lengua morisca.
Atendiendo al llamado, salió a medio trastabillar por la puerta del cuarto y procedió a sentarse en el comedor frente a un bollo de queso, de no menos, de una libra.
La mañana del martes comenzó como la tarde del día anterior, pero con el atenuante de que el fluido eléctrico había sido suspendido por aquella despreciable empresa…
El Cacique, un médico amigo de la casa, al compás de música vallenata y bajo la sombra de un frondoso almendro siempre me dejaba perplejo por la extraña forma de expresarse.
Nada me importa ir a la sepultura,
mientras el alcohol duerma mis penas, dope mis ansias y rompa cadenas de recuerdos, con ligera premura.
Se abre la mañana como pétalos de flor perenne y altiva a los rayos solares.