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Cuento

Una escritora en el exilio

Mis frágiles dedos, igual que tentáculos, transportaban cada palabra, cada idea. Uno a uno los signos de puntuación eran armados por mí como si fueran parte de un rompecabezas.

Café solo

 La crema es rica, en una época la tomaba mucho, pero estoy de acuerdo en que a la larga es mejor un buen café con leche. Pero ya no tomo casi nunca ni café con crema ni café con leche ni café con azúcar ni café con panela. Café solo, por favor.

El diciembre en que casi muero

Puedo decir, a boca llena, que mi defunción habría hasta enorgullecido a mis compatriotas, ya que de seguro hubiera ocupado uno de los diez primeros lugares en una prestigiosa lista, nada menos que la de Mil maneras de morir, y convertirme así en el primer colombiano en estar allí.

Regalo para un domingo

La verdad es que el camión se parqueo frente a la plaza y dos fornidos ayudantes empezaron a bajar varios ataúdes y los fueron colocando en estricto orden en el atrio de la iglesia, los que habían madrugado se percataron de la extraña presencia…

Me enamoré de mi madrastra

A nadie en la familia agarró por sorpresa que nuestro padre tuviera una novia de tales características, dado que nunca le faltaron féminas a su lado a pesar de que ya sobrepasaba los cuarenta y que ser agraciado no era su mayor virtud

Los ojos de la esperanza

Rosaura iba y venía de Bogotá, allá estudió siempre. Sus vacaciones eran de su casa a la finca de sus padres y de allí a sus estudios. Ella, al contrario de Maté, nunca había recorrido las calles de su pueblo y aunque tan pequeño no lo conocía, no conocía a sus gentes, no sabía de sus problemas ni necesidades y había en el pueblo personas que no sabían quién era ella.

El ritual de las arenas del tiempo

El anciano le permitió la entrada y se sentaron frente a frente en el comedor de la casa. Se miraron midiendo sus distancias. El visitante observó el lúgubre aire que los rodeaba, y le dio escalofríos tanto vacío.