La emoción de una botella
Una noche, Dionicio llegó a su casa embriagado y lo primero que hizo fue prender su equipo de sonido y colocar, a todo volumen, su música.
Una noche, Dionicio llegó a su casa embriagado y lo primero que hizo fue prender su equipo de sonido y colocar, a todo volumen, su música.
Los guiaste al cementerio de tus propios vecinos, los del linaje Epinayu, aquellos que golpeamos duro en los caminos y que descendemos del venado. Como wayuu olvidaste que estos lugares son sagrados para nosotros porque son las escrituras del territorio…
Solo quedó un colchón blanco en medio de la alcoba. Las paredes seguían siendo beige, como lo dispuso la señora, pero en el desenfreno de su desquicia y en la lucha que encarnaba su conciencia con ese lado oscuro que ningún hombre, por muy imbécil que parezca, pretendiera visitar, había logrado conservar el colchón por no aceptar nunca la tradición aborigen de dormir en el suelo.
Anocheció y mientras Catalina dormía alguien entró a su habitación, era una Pegaso muy bonita, color morado y pelo dorado. La Pegaso aleteó frente a la cama de la niña y con el brillo mágico de sus alas…
Ahí estaba contemplándolo tan enamorada que sin pensarlo empezó a cantar con esa hermosa y seductora voz que tienen las sirenas…
Algo inesperado atrajo su atención. Los pétalos de la flor de los cerezos de la callejuela ya empezaban a colorear. La sangre de los samuráis, esta bella leyenda japonesa que aún recordaba, se impregnaba en la corola de esta bella pero efímera flor primaveral.
Llegaba a la pensión al anochecer. Todo el día en la Universidad, hablando de teoría del lenguaje, introducción a la hermenéutica, gramática del discurso y, la más temible, introducción a los géneros literarios con el profesor Lisímaco Valverde, me extenuaban.
Me perdí. Estaba en los reyes. La empanada se me acabó y no tengo nada claro sobre mi reinado y mi reino. No quiero abusar de mi título así que con mayestática justicia pido otra empanada y la pago. La señora me ratifica en mi cargo.
Esas eran las peticiones de Facundo a su amada Rubina. Fueron transcurriendo las cosas en forma tranquila, excepto cuando le tocaba viajar por el mar. Facundo era comerciante, vendía y compraba pescado en los islotes cercanos.
Ha transcurrido una distancia muy grande, un largo tiempo, y hoy despierto llorando como si estuviera presente en el campo de batalla. Como si su sangre fuese pintura fresca.