Manicomio tierra de Colón
En este lugar lleno de pensamientos coherentes y lógicos, pero considerados locos porque la locura es razonable, ando ingiriendo pastillas para calmar mi ansiedad y depresión.
En este lugar lleno de pensamientos coherentes y lógicos, pero considerados locos porque la locura es razonable, ando ingiriendo pastillas para calmar mi ansiedad y depresión.
Después de trabajar en una oficina en la ciudad por muchos años, hoy me encuentro cuidando diez gallinas, dos pollos, dos ovejas, una yegua y seis gatos.
Cuando el viejo se pone a insultar, yo prefiero salirme con ellos a dar una vuelta, o los llevo al parque, o a cualquier lado donde no escuchen esas cosas, porque ellos están muy chiquitos para aprender eso y porque también me da pena con mi cuñada que los trae aquí confiada que están bien y vea, aprendiendo los madrazos del vecino.
Esa tarde pasó, de forma abrupta, a ser la más triste del receso escolar. El anhelo más deseado por un par de niños se había esfumado repentinamente como el mes de diciembre, que con su insistente brisa siempre afana a los días para cederle un amplio espacio a la llegada del largo enero.
A todos los entiendo y no los juzgo; estamos acostumbrados a titulares rimbombantes, magníficos, extravagantes, tan sugestivos como “La clave para hacerse millonario de la noche a la mañana”
Cuando llegaron al Santuario, el flamenco de este relato conoció a Nalys, una hembra a la que impresionó con su brillante plumaje rosado y a la que invitó a danzar, aunque ella al principio se mostraba reacia a su cortejo, aceptó la invitación y bailó con el macho durante toda la tarde.
Como dice un amigo que conozco hace poco, por esa “esa mala costumbre de trabajar para sobrevivir”, luego de bañarme y colocarme la ropa característica del caribe colombiano, agarré la bicicleta todoterreno amarilla fosforescente y me encaminé al lugar donde trabajaba.
La mesa de Dominó es el centro de atención y objetivo final de la gran mayoría de vecinos que se acercan a presenciar, sin dejar de ser partícipes de la actividad social, es toda una obra de arte la que se configura entorno a ella.
Aquella mañana mi madrina me despertó gritando, ¡Está nevando!, ¡Está nevando! Pensé: No es posible y corrí a la ventana del hotel para ver. Me quedé sorprendida, era un lugar mágico, la nieve parecía una cortina de tul y una leve neblina daba un toque más irreal a aquel paisaje
Esa tarde, mientras salía de su habitación, pude percibir el doloroso esfuerzo que le costaba a mi mamá dar cada paso, aún recostada al caminador sobre el cual se apoya desde hace algunos años y me dio mucha tristeza verla así.