Olvidar
Mientras estés en la cueva
¿no olvidarás el peso del aliento de la montaña?
¿No olvidarás los pasos cansados
de los tiempos en que pisan las espinas de la hierba?
Mientras las piedras de los minuetos se despeñan
con el grito de las convenciones.
¿No olvidarás los escarabajos peloteros
que se reproducen en agua fétida,
envolviendo regalos para sus hembras
en sus bolas fecundas?
La hembra que olvidaste
no era una mujer,
sino un despojo de anhelo demorado
y la cultura de un deseo que podría madurar.
Cuando te acuerdes,
escribe tu antelación
en retazos del viento.
Del olor del estiércol, recoge
feromonas de almizcle;
luego domínalas y llámalas.
Vendrán a ti como conciencia.
Existe un deseo sexual entre el almizcle y la defecación,
similar al deseo de chocolate mientras se lee.
Tu deseo está en contra de la imparcialidad.
Cuando te acuerdes,
di: “Oh, buen insecto,
tu nariz es alta y sabia,
y esos pegajosos insectos
que se comen tu hierba después de un día ajetreado
tienen una nariz desairada
o enganchada cual agenda interna”.
Di: “Oh, buen insecto,
tu millonésima abuela fue golpeada
por el parabrisas de un coche
propiedad de un bicho adicto al tango
y no prestó atención a tu eterna tristeza”.
Cuando te acuerdes,
no caigas cuesta abajo
sobre los pulmones del caos.
Más bien, dale a la resonancia
su libertad para ser libre
de los residuos y la profundidad,
fatal desvelo,
A esta cueva
no le importa la eternidad de la montaña,
ni su destreza en la convivencia,
con un polo fascinado por desnudarse.