Las rosas rojas adornaban el jardín; largos senderos conducían hasta la sala de espera. Tres horas llevaba Alberto esperando noticias sobre el estado de salud de su mujer, el embarazo había sido declarado de alto riesgo como los tres anteriores. Ahora Isabel había tomado todas las precauciones del caso, esta vez no se les escaparía la oportunidad de ser padres. Alberto extremó los cuidados a su esposa, se culpaba por la pérdida de los otros tres embarazos y ejercer la paternidad era su mayor anhelo. Será un varón fuerte como su padre e inteligente como su madre, eran los comentarios que se escuchaban de los progenitores.
En uno de los corredores que conducen a urgencias se veían personas desesperadas. Alberto hacía varios minutos vio cómo un taxista era trasladado con una fuerte contusión en la cabeza a causa de un accidente. Luego dos policías entraron con un sospechoso de robo que había sido el causante de un accidente mientras realizaba su fechoría.
Para Alberto estos hechos no eran más que sucesiones inconexas y cotidianas que se dan en un hospital, él solo pensaba en su mujer y su futuro hijo. Todo en la casa lo había pintado de azul, esta vez nada lo dejó al azar. Por fin un médico se le acercó y le dijo:
—Es usted un hombre afortunado, la naturaleza le ha concedido un hermoso niño. A pesar de las complicaciones, todo salió bien.
Orgulloso de ser padre por un momento olvidó a Isabel; cuando recapacitó, el galeno le aclaró que su esposa había perdido mucha sangre y se encontraba débil pero fuera de peligro. Al niño en ese momento lo estaban aseando para después realizarle los exámenes de rigor, en pocos minutos podría conocerlo.
Al entrar a la habitación sus piernas flaquearon y el ritmo cardiaco se aceleró, a su mente vinieron todos los planes que tenía para su hijo: el balón reposaba en un rincón, la guitarra estaba colgada sobre su cuna y una colección de cuentos en una repisa, apenas el principio de una larga carrera de dicha. Se acercó y por fin tuvo entre sus brazos al fruto de su amor. Padre, madre e hijo, un sueño realizado.
El azar en su caprichoso actuar hace que una fantasía convertida en realidad tome caminos que conduzcan a desmoronar un sueño. Alberto escuchó un ruido estridente, la madera de la puerta crujió. En sus brazos sintió que algo caliente se deslizaba, Tomás abrió sus ojos, el feliz papá pensó por un momento que le quería decir algo, luego el niño los cerró y el hilo de sangre que corría por sus brazos se hizo más grueso. El padre desesperado corrió pidiendo ayuda, todo fue infructuoso. Tomás había muerto, así se llamaría el niño.
En la sala de urgencias el taxista al ver entrar al causante de sus lesiones intentó golpear al ladrón mientras era curado; en medio del forcejeo el taxista quitó el arma a uno de los policías abriendo fuego sobre el ladrón, provocándole dos heridas luego se dio a la huida. El otro agente de policía realizó varios disparos al taxista sin conseguir éxito. El taxista en su fuga alcanzó a llegar al pabellón de maternidad disparando para dispersar a las personas, una de esas balas en su travesía fue a terminar con el motivo de la felicidad de Alberto e Isabel.
Elocuente el autor, desgarradora la hostoria.
Muy real, nuestra realidad es la más cruda fantasía, está muy bueno
Eneldo Deluquez, una historia bien narrada que me atrapó de principio a fin con un giro desgarrador que me hizo helar la sangre. Felicitaciones por esta publicación que vengan muchísimas más.
Me causo muchos sentimientos, Espero que hagas un libro de historias en un futuro no muy lejano, tienes mucho talento.
Una historia desgarradora es un giro inesperado