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TALISMÁN DEL SOL

Angela Penagos Londoño

 

Nada para olvidar

Ha vuelto a pasar la noche

como un cometa desierto

que nadie alza a ver.

 

Libre es el olvido

cotidiana la muerte,

peregrina de dichas

y de ocasos.

 

Nada sabemos de nosotros

el furor de los cristales

se apaga en la memoria.

 

 

En la vía

 Te asomarás en el aire,

en la humedad de mis ojos

en todo lo que hemos amado.

 

Aun en el encuentro

porque somos

la misma lluvia.

 

Tú y yo en la vía

de la sangre

y en el reconocimiento

de la dicha.

 

Sabré de ti

no por tus pasos

sino por la vibración

de la casa.

 

Atrás la luz.

 

La noche se anuncia

en la certeza de la mañana.

 

El café estará servido

y aromará tu regreso.

 

 

Flores para un desierto

Hablar de cosas íntimas

con los cangrejos

que van hacia adelante y atrás

mientras invento la vida

en la codicia del amor.

 

En el desierto se confunden

las pequeñas arenas

y hasta los cactus

ofrecen sombras detenidas

en el cobijo del silencio

y en el oasis marcado

por un fondo sin torrente.

 

La flor es una inmigrante

que persiste en tierra seca

bajo la fuga de los vientos,

solo para el placer de los dioses

que hacen por ella

poca cosa.

 

Su florescencia

canción de resistencia

es el beso del tiempo

en sus raíces.

 

 

Se me ocurre extrañarte

¿Qué voz llegó a tu piel

a disipar las sombras,

a levitar en la urdimbre

de este tiempo­­­­?

 

¿Recuerdas la alegría

de la calathea

de hojas verdes y violeta

cuando me regalabas

su nombre?

 

¿Qué tango

te envolvió de arpegios

y notas conjurales

donde llueve la nostalgia?

 

Se descifra la lumbre,

respiro

alelada en el universo

de tus ojos.

 

Estoy tan cerca,

tan cerca,

ataviada de fuego.

 

 

Rocío de silbos

Cuando anuncias

tu visita a mi morada

cuento los días,

custodio las horas,

el minutero

ancla su dorado paso

y deja descansar

el tiempo.

 

Capturo tu gracia

en el cortejo,

la lujuria de la amatista

brota,

el puntal se levanta,

el rocío de silbos

danza en la espuma.

 

Me acojo a la comunión

de la piel en la heredad

sucedida

y en la claridad

que ya agoniza.

 

 

Talismán del sol

 Una canoa avanza

por el río sagrado,

el viento levanta

las huellas.

 

La marea activa

el espíritu

y revolotea

bajo el talismán

del sol.

 

He ahí el indicio,

la chispa primigenia

erosiona

el universo de mis ojos

y funda la palabra.

 

Semilla natural,

opalescente

que juega y sueña

en remolinos de agua.

 

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