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LOS ANUNCIOS DE CUALQUIER SOLEDAD

Jesús David Buelvas

 

Encierro

Prefiero el desarreglo de las calles

lo impreciso de lo cotidiano

ese falo mofándose en las caras

de la gente

a esta intimidad de toallas

y tubo de dentífrico derramado.

Me sobrepongo a la catarata anestésica

del wáter.

Dono mi cepillo dental a la soledad.

Acomodo mis defensas frente al espejo

y ratifico lo poco

que me queda de este ámbito.

Sin vacilaciones ya me marcho.

 

 

Manías

Se despereza ordenando las sábanas.

Escucha los ruidos

que más allá de su cuarto se alargan.

Siente que ha cumplido

o que alguien o algo ha cumplido con él.

En la pasividad de la mañana

bostezar no es un abuso.

No debe inhibirse frente a sí mismo.

Para iniciar el día

lavará sus miasmas exteriores.

No hay elección

un eructo, un pedo, las ganas de…

otras señales de que continúa siendo hombre.

 

 

Televisiva

El presentador afirma que correspondes

a una estadística solícita.

La mayoría de edad

te habilita para masturbarte

entre propagandas

elegir y creer en el mandatario

de turno

asimilar la moda, el auto

la tarjeta y el empleo

que no tienes.

Así entretienes tus inseguridades

como todo buen ciudadano

sentado frente al televisor

con ese sentimiento

de culpa

que ninguna aspirina acierta a calmar.

 

 

Ultimátum

Esta empalagosa forma de la costumbre.

Apagas la luz.

En la sombra se asimilan mejor

los golpes y la caída.

Los anuncios de cualquier soledad.

De nuevo la casa vacía.

Ninguna historia

más allá del sabor del café

las aspirinas y las agrieras.

La voz que sale del radio.

Un olor a humedad

que cala en la paciencia

del huésped que flota en la pecera.

Nada más por confirmar.

Tal vez deberías dejarte ganar del sueño.

 

 

Cotidiana

El corazón hecho costumbre.

Cada pedazo de este mundo

en su incierta danza.

Es la hora de abrirnos

cuando llega el ciclón

de la ciudad respirando

el vicio de lo cotidiano.

El día de falo erguido

machuca la soledad

contra las almohadas.

El amarillo en las paredes

testimonio de la sorpresa

emplazada en las esquinas.

El pudor abandonado

entre las sábanas

una medida más del deber

que cada uno se procura.

 

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