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SECUESTRO A CIEGAS

Alicia López

Las horas de la madrugada llegaron, los perros que custodiaban a las afueras de mi casa comenzaron a ladrar, de inmediato mi esposo se puso en alerta.

Los incesantes ladridos lo habían despertado y con una voz casi silenciosa me dijo:

—María, María, despierta, los perros no han dejado de ladrar los noto muy inquietos.

—Umm, umm, eso no es nada —contesté entre sueños.

Sin embargo, mi esposo insistía:

—Algo raro está pasando afuera.

Se incorporó y de la mesita de noche sacó su pistola, yo me senté sobre el borde de la cama preocupada por tanto ruido alrededor de nuestra casa; con el pie busqué mis zapatillas, mi esposo para ese entonces ya había salido de la habitación. Cuando me disponía a caminar hacia la puerta de la salida al pasillo, un par de disparos sonaron, me llevé las manos a la cabeza y grité fuertemente:

—¡Aalbeertooo!

Solo recuerdo un golpe en la nuca, no sé cuánto tiempo pasó, cuando me desperté me encontré en una habitación con un olor a humedad casi asfixiante.

Todo estaba en un silencio absoluto, excepto por los chillidos de ratas peleando y el sonido de un riachuelo que al parecer estaba cerca, yo trataba de relacionar ese sonido con algún lugar conocido, pero solo caía en un gran desespero por encontrarme atada de pies y manos con la boca vendada; mi cuerpo yacía sobre una lona sucia maloliente. El tiempo iba transcurriendo, mi preocupación se ahondaba aún más al pensar en la suerte de mi esposo Alberto.

No sabía qué había pasado con él después de escuchar aquellas detonaciones, mi situación era demasiado compleja sin saber cómo y cuándo podría escapar de ella.

De repente, comencé a escuchar unos pasos que se acercaban hasta donde yo me encontraba, pensé en ese instante: ¿Estoy en una bodega subterránea o en mi tumba?  Eso me llenó de angustia, no podía preguntar quién era.

El rechinar de la puerta aceleraba las palpitaciones de mi corazón que sonaba como un tambor, lo que si era seguro es que pertenecían a dos personas; uno de ellos me propinó un punta pie para cerciorarse que estuviera consciente, gemí. Después de eso me quitaron la venda, yo le gritaba:

—Por favor no me hagan nada.

—¡Cállate! —me decían, mientras uno de ellos me sostenía el mentón con una vara.

Por más esfuerzo que hice no reconocía las voces de mis secuestradores pues se escuchaban distorsionadas ya que tenían máscaras que impedían que saliera el sonido de una forma fluida.

—¡Aaaah! ¡¿Estás viva?! —me dijo uno de ellos de manera sarcástica—. Escucha atentamente lo que te voy a decir, de ti depende que salgas bien de aquí.

—No, por favor no, no me hagan daño —les insistía.

—¡Cállate pendeja! —me decían riendo a carcajadas—. Necesito que firmes estos papeles.

—¿De qué papeles hablan?

—Los del traspaso de todos tus bienes; si no lo haces, tú y toda tu familia están en nuestras manos, sabemos con exactitud dónde viven, dónde estudian, qué comen y hasta qué piensan, ¡jajajaja!

Pusieron en mi mano un papel guiándome al punto dónde debía firmar, yo solo pensaba: ¿Dios, qué es esto? ¿Qué está pasando? ¿Qué es toda esta trama de este maldito secuestro?

Terminando de firmar me propinaron un tiro directo a la cabeza diciéndome macabramente:

—Descansa en paz.

Hoy me encuentro dando mi declaración, puesto que mis captores por tener mala puntería solo lograron rozarme con la bala en una de mis orejas, al marcharse de prisa no cerraron la puerta y en medio de la total oscuridad logré escapar.

Todos esos documentos que firmé tenían un único dueño, al que su olor para mí era inconfundible, solo él poseía esa inigualable fragancia, mi esposo Alberto, el autor del secuestro.

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4 comentarios en «Secuestro a ciegas»

    1. Es una historia muy real que algunos han vivido en carne propia y que nos deja claro que aveces nos encontramos durmiendo con el enemigo y ni cuenta nos damos….
      Felicitaciones Alicia

    2. Me gusta contemplar tu vuelo, Alicia. Este cuento, tiene unos matices interesantes, el manejo del narrador en primera persona se torna interesante con cada giro narrativo.
      Sigue adelante mujer

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