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EL VIEJO MUNDO DE ENCINO

Edwin Peralta Martínez

ISAAC EL PAYASO

Todos los días para Isaac son iguales. Esperar que lo llamen para ir a la fiesta ya fuera con Julio, con María, Óscar o a donde lo requieran. La vida de este grandioso animador de chistes es muy agitada, su rol de humorista le permite rosarse con toda clase de niños, en especial los inquietos, blanquitos, negritos, mestizos; en fin, esos glotones de la risa le hacen pasar ratos felices y amargos. Al cómico ISAAC EL PAYASO que se gana la vida llevando alegría a sus admiradores le apodaron: el Payaso Patón de Solón, el pueblo de los sueños.

SILVESTRE EL VIOLINISTA DE LOS MUERTOS

Silvestre era un músico que nació en Solón, el pueblo de los sueños. Su padre, músico de profesión, le regaló cuando niño un instrumento, fruto de su esfuerzo. Silvestre tenía una costumbre muy rara que llamaba la atención en aquella población, pues colocaba serenata a los muertos con creaciones de los grandes maestros como Chopin, Mozart, Strauss; esta actividad tenebrosa la hacía durante su hora preferida, las 9 de la noche y en especial los viernes. Según las malas lenguas estos se alegraban y después de la velada musical, se llevaban el alivio a la eternidad.

LA DE MALA DE LOS HERMANOS BULUNGA

Era tanta la crisis de los hermanos Bulunga que, todas las noches peleaban de cuánto sería la partición de la fortuna que les habían dejado en un país lejano su abuelo y otro familiar que al parecer gozó de muchas riquezas. Pero los hermanos no sabían nada de Geografía, eso impedía su viaje. Cuenta la gente que, estaban buscando quién les fiara una asesoría y de esta manera saber cómo llegar a ese país donde debían reclamar aquel dinero que no los dejaba dormir y que les cambiaria la vida por completo.

EL SUEÑO DE UNA COSTURERA

Carmela es una mujer que toda su vida la pasó cociendo pantalones, camisas, blusas y manteles para la gente de Solón, el pueblo de los sueños. Desde muy joven aprendió ese arte de su madre y, como casi todas las mujeres, anhelaba casarse y tener un hijo, pero para la pobre, la suerte fue esquiva y ningún príncipe azul apareció por su vida. Al cabo de los años y ya cansada, pues tenía ochenta, decidió adoptar a un hijo. Decidió no dejarlo ver a sus vecinos que intrigados querían saber el color de sus ojos, su piel, si era feo o bonito y tantas cosas más; ella lo mantenía en una cunita. Un día, unos vecinos chismosos aprovecharon la siesta que hizo Carmela para entrar a su casa y sorprendidos descubrieron que era nada más y nada menos que un perrito, no medía ni treinta y cincos centímetros. Corriose la buena nueva, que el niño no era tan niño y que el sueño de madre de Carmela ya siendo anciana, lo cumplió con ese animalito que llenó su vida de alegría.

EL VIEJO MUNDO DE ENCINO

Encino vivía en un mundo donde todo cambiaba a prisa, tanto, que muchas veces no entendía esto; llegó a tal grado que decidió mejor vivir del ayer, de manera sencilla, caballeresca, sin luz, sin tecnología, porque para él solo existía el pasado y todo aquello que le enseñaron sus viejos, y no prestar atención a los cambios venideros.

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1 comentario en «El viejo mundo de Encino»

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