Recuerdo recurrentemente una de las primeras exposiciones que hice en la universidad. La recuerdo tanto, porque me ha servido de analogía perfecta para descubrir ciertas curiosidades de la vida.
La presentación era sobre un arquitecto famoso por sus conceptos deconstructivistas. Este explicaba que, en sus diseños desordenados, de diagonales imprevistas, y geometrías retorcidas existía simetría. ¡Sí, simetría! Era algo que me costaba comprender, sobre todo por la costumbre de creer a ojos cerrados en la invariabilidad de las cosas, pero ya saben, la arquitectura no es excepción dentro del juego de la contradicción.
Resulta que, solo al admirar la obra como un todo, era posible ver aquel desorden ordenado, la perfección del caos, un conjunto armónico que descubría cada pieza por muy escondida y pequeña que fuera, cada rincón aportaba sentimiento y constituía parte fundamental de la construcción. Era un juego inteligente entre tangibilidad e intangibilidad, proyecciones y vacíos que te daban una graciosa y placentera noción de espacialidad.
No sé cómo no pude darme cuenta antes, de que la vida es algo parecido a aquellas piezas desordenadas que al final acababan teniendo sentido. La vida es así como admirar una pieza de arte, tomar prestado un segundo, sentarse como espectador a los metros que fueran necesarios de nosotros mismos y entender que por más que seamos un tumulto de “desorden a veces no tan ordenado” y que se sienta agobio por el ajetreo que trae la rutina, solo basta con reflexionar el panorama general, el “big picture” que llaman, para reorganizarse el rompecabezas, y repente, entender que todo es un juego que tiene solución. Mientras más analizaba esta curiosa analogía, más calaba lógica en mí, solo pensaba que somos maestros escultores de nuestra propia vida, que somos ese arquitecto deconstructivista con alma de niño, poniendo y quitando piezas en una maqueta, puliendo con entusiasmo su proyecto final, sin importar que no sea nunca final, sin importar que no quede perfecto, poniendo color y jugando con las texturas, y resultar enamorados del proceso y entender que a partir del caos también podemos crear cosas útiles, admirables, memorables.
Ahora sé, que cuando necesito mantener la calma, solo imagino que toda yo, soy una pequeña gran obra de arte deconstructivista.
Sonia, una vez más me deleita la lectura de tus letras. Acertada narración y excelente comparación, sin duda, eres una arquitecta con tus letras también.
Muy hermosa analogía. Gracias Sonia por compartir tu trabajo ????????
¡Magnífica analogía!, que la vivir sea a veces un sinsentido con todo el sentido del mundo. Entender a partir de la introspección la conexión del tiempo y el caos, la vida misma que es más caos que tiempo.