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TENGO QUE HACER PIPÍ...

Adriana Miletich Roch

No hace mucho tiempo de una simpática oda al inodoro que me trajo sin querer el recuerdo de una peripecia bastante antigua, digna de su inclusión en el más excelso record guiness de las continencias fisiológicas y que con el mismo tono juguetón e incrédulo en el que sucedió se me había escurrido de la memoria.

Para esa época el departamento alquilado de la calle Rioja, todavía no nos había contado que el picaporte de la puerta de nuestro dormitorio al que le faltaba el clásico tornillito que lo sujeta nos iba a marcar por la fuerza la potencia de su territorio.

—¿Baño en suite?, ni ahí, ni se te ocurra…

Esa noche de primavera resultó fantástica, la habitación había sido testigo una vez más del calor que nos prodigábamos, una brisa para nada preocupante nos acompañó todo el tiempo hasta que de repente, a la madrugada ya dormidos los dos después de tanta faena la puerta de golpe con una fuerte corriente de aire se cerró, para mis adentros y entre sueños pensé que podíamos haber quedado encerrados, pero esa no era la hora ni el momento para ponerme a pensar en eso.

A la mañana siguiente recién amanecida me predispuse a encarar la puerta, mi cuerpo ya erguido y mi embarazo avanzado me señalaban con urgencia que tenía que acudir al baño, la puerta no abría y yo tenía que hacer pis, tan simple como eso. Mi compañero dormía como Hércules después de uno de sus trabajos, además a mí siempre me gustó resolver sola los problemas.

—¡Quiero hacer pis…!, ¿Cómo hago?

Mi bata roja de tela polar, la de mi ajuar de una boda en invierno me empezaba a dar calor… La habitación no tenía otra dependencia más que un balcón que daba al balcón del departamento vecino, estábamos en un sexto piso.

Revisé a mi alrededor si tenía alguna alternativa, mi vejiga seguía clamando ser vaciada y mi conciencia femenina seguía buscando una salida lo más elegante y acorde posible.

—¿Cruzo el balcón? ¿Y si me caigo?  ¡Nooo! A mí jamás me va a pasar…

  Mi panza y no tener nada de ropa debajo de mi bata roja de tela polar me hacían evaluar la decisión, me agarré bien fuerte, levanté con cuidado mi pierna izquierda, tengo que aclarar que soy zurda y me pasé al balcón de mis vecinos de al lado a quienes ni siquiera había visto alguna vez, un amplio cortinado dejaba entrever el comedor del departamento y más atrás la cocina…

—¿Cómo iba a hacer?, ¿iba a entrar buscando la puerta?, ¿les iba a decir que me quedé encerrada?, ¿que me presten el baño por favor que me estoy hacieeeendooooo?, ¿quiénes vivirían ahí?, ¿y si vivía algún hombre solo?, no mejor me devuelvo.

Tratando de hacer control mental (¡sigo queriendo hacer pis!!!), miré de nuevo que estuviera bien cerrada mi bata y me volví a cruzar a mi balcón y a mi habitación. Revisando el placard encontré por fortuna una lata de conservas.

—¿De qué sería? —pensé—. No sé, no tenía etiqueta, pero para mi propósito me venía como anillo al dedo. ¿Y dónde me pongo?, ¿y si hago ruido?, ¿y si me mojo?

 Cualquiera de las respuestas amenazaba con acribillar el erotismo de la noche vivida, tratando de no hacer ruido terminé de abrir cuidadosamente la puerta del placard, buscando el mejor extremo posible me levanté la bata y tratando de controlar el chorrito que tenía que ser casi silencioso pude recuperar mi alivio tan amenazado.

Realmente no recuerdo cómo terminó todo ni si fui yo o él quien consiguió sacarnos del encierro ignorando cuándo se despertó. Supongo que el paso del tiempo y no haberla contado por vergüenza o por miedo a que no me creyeran tienen que haber contribuido, lo que sí aprendí es que para la próxima me voy asegurar de que la puerta de acceso esté en condiciones y que la habitación sea una suite.

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3 comentarios en «Tengo que hacer pipí…»

  1. Muy buenos días apreciada amiga ADRIANA MILETICH ROCH, felicitaciones por este relato narrado de una forma amena que me atrapó, bienvenida cordial a la familia PAPEL Y LÁPIZ, un fuerte abrazo desde Colombia. ?????✨??✍️?️?️???

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