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CABALLITO DE MAR

Catalina Pérez

TAQUIPNEA

I

¿Cuánto de olas apacibles jugueteando con la arena

tienen los sonidos de tu nombre?

¿Cuánto de viento enardecido

tiene el llanto que rebota en las paredes?

¿Cuánto de ave en vuelo

tienen tus manos buscando las mías?

¿Cuánto de raíz sujetando lo profundo

tiene la forma en que te aferro a mi seno?

¿Cuánto de montañas ocultando los caminos en invierno,

tiene lo espeso que se detiene, en la enramada de tu pecho?

¿Cuánto de silbido cansado de pájaro

intenta escapar por tu espalda?

¿Cuántos de mis miedos se agitan desesperados

en los cóncavos huesos que reprimen tu respiración?

II

El viento por sí solo carece de ruido

Precisa empujar con fuerza las altas palmeras,

o rozar el agua hasta confundirse

con el salto de un delfín,

a veces necesita estremecer las ventanas,

avivar las brasas,

perturbar la tormenta…

otras tantas

cae en estampida sobre el vacío de los acantilados

y regresa sobre sí.

No es el viento capaz de imaginar sonidos

se contrae tímido y es tan solo un murmullo.

Sin embargo, a veces,

se escurre inocente entre pequeños alvéolos

desconoce el líquido que lo detiene

y llega a extraviarse en su propio silbido.

III

Un tambor ahuecado percute ronco dentro de ti.

Aún no has aprendido del árbol

el armonioso ritmo del aire,

aún no has escuchado del río

que la vida consiste en no dejar de fluir,

aún no se contrae el infinito

en el cerrado círculo de tus dedos

rodeando mi meñique.

CABALLITO DE MAR

                                                 Al hijo que no alcanzó a ver la luz.

Allí

Oculta

entrañas adentro

en el País de los “sin nombre”

la vida estalla sobre sí

acurrucada en una lágrima.

Entonces

el corazón elige quedarse dormido,

ausente

la canción, le da ritmo al silencio.

Sometido el imperio del reloj sin agujas,

el metal ahuecado irrumpe en busca de rojos marchitos.

Los ojos se fijan en la blanca luz

contemplan en la sombra un rostro menos gris

unos brazos semejantes al viento.

Detrás de la ventana

una mujer arrulla su dolor en secreto.

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1 comentario en «Caballito de mar»

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