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MI PECADO

Alfonso Roldán Álvarez

 

Delirio

Hay tantas cosas que volverme quiero,

cuando te veo ¡Virgen de mis ansias!,

porque extasiado del delirio fiero,

me sumerjo en fantásticas infancias.

 

Quisiera ser el caprichoso viento

que libre corre en los amplios estadios

y manso y blando fabrica tu aliento

al palpar y besar tus lindos labios.

 

Que el espíritu se convierta en arpa,

para arrullar con música de arcano;

y cual marino que del puerto zarpa,

irías conmigo a un país lejano.

 

Y si en tálamo negro de tiniebla,

tu corazón divino se perdiera,

para librarte de esa oscura niebla,

constelación volverme yo quisiera.

 

Pitalito 1955          

 

 

A un sauce llorón

Se me hace tan difícil

vivir ese futuro

tan lúgubre y miedoso

¡como es la eternidad!

Parece un imposible,

dormir en una fosa,

sin tiempo; sin tristezas;

sin lágrimas ni besos;

¡pero es la realidad!

Hoy que vuelvo los ojos y enciendo el pensamiento,

con la llama benigna que alumbra

la razón,

tengo el alma deshecha por un

presentimiento

y es que ayer me contaron lo de un Sauce

Llorón.

¿Por quién llora y retuerce?

En las noches sin luna, preñadas de

amarguras,

los gemidos cortados se escuchan tiritar

y son tantos y tantos, que añejas

sepulturas,

se levantan y en coro se ponen a

llorar.

O cuando la borrasca le agita enfurecida

su tupido follaje sin que haya compasión,

agacha su ramaje cual madre enternecida

y a quien está en la fosa, le arropa el corazón.

Más, si el manto bordado de una noche

abrileña,

invade el campo santo de silencio y de paz

pareciera que el sauce, reposa, duerme y   sueña,

con la brisa nocturna que refresca sus hojas.

Ese sauce querido que guarda el cementerio,

relataba un amigo, con místico dolor,

se levanta en la tumba, cundido de misterio,

 porque allí está enterrado, dormido un leñador.

Bendito seas. ¡Oh! Sauce que llevas en

tus venas

la esquiva trayectoria de la fidelidad;

que compartes entero, las dichas y las penas

de aquel que se amamanta de negra soledad.

 

Cali 1958          

 

 

Mi pecado

Con sus pies ligeros trepaba al otero

y en mis ansias locas yo atrás la seguía;

al fin, ya en la cima, ante el mundo entero,

su boca de fresa se pegó a la mía.

 

Respiré profundo, ella sonreía;

sus mejillas rosas, en mármol rasgaron;

yo, brutal y loco porque la tenía,

loaba a los dioses que la virginaron.

 

¡Tantos atributos! No los he olvidado:

sus ojos de cielo; sus senos de almendro;

sus brazos sedosos, sus rizos dorados.

 

Ahora muy triste lo paso sentado

en aquel otero, porque del engendro,

solamente queda la faz del pecado.

 

Cali 1957          

 

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1 comentario en «Mi pecado»

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