Huyendo de su viejo mundo se encontraba, llegó a un solitario pueblo lleno de hortensias, lirios y tulipanes; el hombre déspota se mostraba para no caerle bien a nadie. Sabía que de su mente pronto saldrían y pasarían al olvido. Se enamoró. La mujer enfermó; la visitaba a diario en el hospital. Gloria lo esperaba con el cura en la capilla para casarse y no llegó.
Abatida lloró toda la noche y no llegó. Desdichada al siguiente día y no llegó. Preparaba sus palabras para la ruptura del lazo de amor y no llegó. Lloraba día y noche y no llegaba. Cumplió tres años en el hospital, ese día él llegó; no la encontró, lo guiaron a su habitación de enfermos terminales. Ella no pudo siquiera molestarse, solo lo abrazó y se echó a llorar diciendo que tenía cáncer, por eso no había ido a buscarle. Gustavo le preguntó cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se encontraron. Ella respondió que tres años cinco días y 8 horas. Sus piernas se desvanecieron, no podía soportar tanta crueldad de la vida. A la 1:00 a. m. se volvieron uno, al convertirse en los más despiadados amantes fundiéndose en el lecho de amor sin control. Ella expresó que a las 6:00 a. m. la operarían para extraer el tumor y que existía la posibilidad de morir o no recordarlo jamás. Gustavo pensó en los graciosos hechos de cuentos de terror. Su amada entró al quirófano, él fue a su casa.
Comenzó a escribirle una carta diciendo que: tuvo una esposa pero que a causa de la enfermedad que borra su vida a diario, ocasionó el peor desastre. No solo olvidaba su cumpleaños, también la fecha en la que murió su hijo. ¡Que fue su culpa! Por ir a abrir la puerta y dejarlo en la bañera cuando tenía año de edad, donde pasó todo el día hasta que ella volvió al anochecer preguntando por el pequeño, sin saber Gustavo, de qué le hablaba. Continuó con su tinta escribiendo que ella gritó, corriendo en todas direcciones y por último llegó al baño para encontrarlo flotando sin vida en la bañera. Que la cordura de él volvió luego de ver la piel morada y ojos vidriosos de su frío y muerto Joaquín. Huyó corriendo y cuando perdió de nuevo el juicio, caminó hasta el pueblo donde había vivido por cinco años. Incluso escribió que prometió no volver a enamorarse; no cumplió, pues olvidó haberlo prometido.
Siguió plasmando que Gloria le devolvió la vida al darle aquel café en medio de la lluvia; ese día recordó lo que hizo a su hijo y había decidido ingerir píldoras asesinas. Al beber el café olvidó que las tenía en sus manos y se desintegraron. Siguió con que no sabía si lo recordaría, pero de algo seguro estaba, que jamás olvidaría a Gloria porque ella era su nueva vida. En el papel decía que él solo esperaba que pudieran volver a encontrarse y recordarse, aunque fuera solo como el casi imperceptible paso de una estrella fugaz. Explicó que le tomó una semana escribir dicha epístola pues olvidaba de que se trataba. Continuó diciendo que era Gustavo, que tuvo un hijo que murió. Que había salido de casa de Gloria a comprar el periódico y de regreso olvidó cuál era su puerta, que se quedó sentado bajo un árbol por un día y una noche hasta que logró recordar. Finalizó plasmando, que por suerte no fueron tres años.
La operaron. Sacaron el tumor; su memoria dañada quedó. Se veían como desconocidos diariamente porque vegetaban en el mismo psiquiátrico hospital. Gloria recibió la carta, al leerla lloró desmedidamente, y aunque tenía a Gustavo al frente ninguno de los dos se reconoció. Luego de ser los más despiadados amantes, eran ahora almas en pena viviendo en mundos distantes.
Contundente!