En un pueblo lejano y pequeño llamado Arcoíris donde cada día era brillante y lleno de alegría, vivía una niña de nombre Isabelle, con cabellos largos, ondulados y rubios, ojos grandes de color miel, labios rosados y piel de color canela; parecía una hermosa princesa hada que veía el mundo de una manera muy especial.
Para Isabelle, el mundo era como un rompecabezas diferente y hermoso, pero a veces no lograba comprenderlo. A diferencia de sus amigos, Isabelle caminaba siempre en puntillas como si llevara tacones, al emocionarse no paraba de brincar, girar y sacudir sus manos muy rápida y alegremente como un colibrí, al enojarse no paraba de gritar y respirar fuerte como un toro, al asustarse no paraba de llorar como la lluvia cuando cae del cielo, al sentirse abrumada por los sonidos no dejada de tapar sus oídos que retumbaban como millones de tambores a la vez.
A Isabelle lo que más le resultaba gracioso era que cuando las personas hablaban con ella no los miraba a los ojos porque prefería sentir y escuchar el timbre y sonido de sus voces, y pensaba: Si este mundo es tan bello y no lo entienden ni lo ven, ¿para que quieren que yo los vea a los ojos cuando me hablan si tampoco me verán y entenderán?
Un día, mientras jugaba en el parque, conoció a un niño llamado Pablo que estaba agachado en el suelo con sus manos tapando sus oídos, Isabelle se paró frente a él, luego se agachó también con las manos tapando sus oídos pues había mucho ruido de autos, motocicletas y personas. Pablo al verla se levantó y la ayudó a levantar luego ambos fueron al césped a sentarse.
Pablo le dijo que era bueno saber que otro niño tuviera la misma condición de él.
En ese momento Isabelle brincó y le pregunto: ¿entonces también caminas como yo, brincas y giras como yo, te asustas como yo y te tapas los oídos como yo?
Pablo le dijo que sí pero que, a diferencia de ella, a él no le gustaba mucho hablar y salir de su casa.
En ese momento ambos se emocionaron y comenzó a llover, pero esta vez brincaron en los charcos con tanta alegría que al irse la lluvia apareció un arcoíris hermoso donde el color índigo fue el predominante. ¡En ese momento se dieron cuenta que ambos amaban el color azul, pues su cerebro era neurodiverso su corazón y esencia estaban llenos de amor, alegría, inocencia y mucha magia! ¡En ese momento Isabelle se dio cuenta de que tenía un amigo que nació en su mismo mundo!