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EL TESORO DE LAS ISLAS SERPIENTE

Jorge Rafah Parodi Álvarez

Era un día como cualquier otro. Jaime se levantó muy temprano, mientras tomaba su desayuno encendió la televisión y en las noticias de la mañana se enteró que buscadores de tesoros de todo el mundo estaban tras el tesoro oculto en el centro de las islas Serpiente.

Emocionado, de inmediato contactó a sus amigos y los invitó a unirse a la aventura e ir en busca del tesoro. Sus amigos, que eran aventureros como él, sin titubear aceptaron.

Para preparar el viaje, estuvo varios días en la biblioteca investigando acerca de aquella isla misteriosa, imprimió un mapa de exploradores antiguos que se dedicaron a buscar ese mismo tesoro sin resultados y marcó una equis en el lugar donde creyó que estaría escondido.

La mañana que zarparon enfrentaron los primeros peligros; una fuerte tormenta estuvo a punto de hundir el barco y el río por el que salían hasta el mar desde el puerto donde atracaban en el centro de la isla Bendita, estaba lleno de cocodrilos hambrientos y amenazantes.

Con mucha dificultad, lograron llegar a las islas Serpiente, eran un grupo de islotes muy pequeños y de abundante vegetación en alguna parte del mar Caribe; ni siquiera aparecía en la mayoría de mapas.

En el momento que pusieron un pie en la isla, encontraron varios esqueletos y uno de ellos en su mano tenía una nota que decía: el camino al tesoro estará lleno de trampas y estará resguardado por el monstruo de la isla serpientes.

Todos sintieron temor, pero Jaime los animó a seguir adelante. Esperanzados en encontrar las riquezas y vivir aventuras inolvidables, avanzaron en busca del punto marcado en el mapa, que estaba en el centro de la isla; había serpientes venenosas por todas partes y algunas tan gigantes que se podían tragar a una persona adulta de un solo bocado, pero lo que ellos no sabían era que la isla había sido hechizada por los antiguos piratas para proteger su tesoro.

De pronto, pudieron ver que otro barco se acercaba, era un barco pirata de nombre Sombra del Averno, el cual comandaba Sancho, el temible enemigo de Jaime.

Desde chicos tenían una gran rivalidad ya que Sancho le robaba todo el crédito a Jaime.

Jaime y sus amigos supieron que debían darse prisa si querían evitar un enfrentamiento con Sancho y su tripulación de piratas malvados.

Con cautela avanzaron intentando no caer en alguna trampa o ser atrapado por alguno de los animales espantosos de la isla.

Mientras tanto, en las playas de Isla Serpiente, Sancho y su tripulación maldita, acababa de desembarcar; Jaime llevaba una ventaja importante, suficiente para poder encontrar el tesoro y marcharse sin enfrentar a su archi enemigo. Sancho se caracterizaba por seguir su instinto y casi siempre le fallaba, así que Jaime sabía que el tiempo estaba de su lado.

Después de varias horas, llegaron al sitio en donde esperaban encontrar el tesoro, pero los problemas apenas comenzarían: El guardián de los tesoros de la isla Serpiente, era un monstruo gigante que tenía cuerpo de serpiente, dos cabezas y cuatro patas al cual debían vencer, además el lugar estaba plagado de otros animales venenosos. Comprobaron que la leyenda era cierta.

Jaime y sus compañeros usaron explosivos, fuego y machetes para poder abrirse paso en medio de las serpientes y enfrentaron con valentía al monstruo; la lucha fue feroz, mientras algunos llamaban la atención de esa bestia corriendo de un lado para el otro con bengalas encendidas para distraerlo, Jaime saltó hasta su cuello y amarró una carga explosiva, dio un salto, la dinamita estalló y el animal murió.

Al vencer al monstruo, entraron a la cueva en donde encontraron una esmeralda gigante en el centro y a su lado un pequeño cofre. Jaime, había leído en algún libro mientras se preparaba para esa aventura, que la esmeralda era maldita, el verdadero tesoro estaba en el cofre. Así que tomó el cofre e impidió a sus amigos que se acercaran a la esmeralda.

Según la leyenda, la maldición consistía en que quien tocara esa esmeralda, quedaría atrapado para siempre en aquella isla.

Alertado por las explosiones, Sancho llegó hasta el sitio del tesoro, varios de sus hombres habían muerto en el camino; al entrar a la cueva corrió hacia la esmeralda sin saber que era maldita, Jaime quiso advertirle, pero él no se detuvo, actuaba por instinto otra vez y esta vez le falló. Sancho escaló para poder agarrar la esmeralda maldita, pero uno de sus amigos le dijo:

—Sancho, ¿no deberíamos quitarle el cofre a Jaime?

A lo que Sancho respondió:

—Solamente es un cofre, en cambio esta esmeralda es el tesoro.

Con la esmeralda en la mano, Sancho de un momento a otro empezó a temblar y la isla se empezó a hundir. Jaime empezó a correr más rápido y logró subir al barco con todos sus compañeros y algunos de Sancho.

—¡Dame la mano rápido Sancho y deja la esmeralda! —Le gritó Jaime.

—¡Ni loco, prefiero hundirme en esta isla a dejar la esmeralda y darte la mano!  —contestó Sancho.

En ese momento, Sancho vio unos tiburones y unas serpientes dirigiéndose a él. Decidió enfrentarlos pensando que podría vencerlos, pero no fue así y quedó atrapado en el fondo del océano para siempre.

Mientras tanto, Jaime tuvo muchas más aventuras y con las riquezas que consiguió, compró un barco nuevo, con el que navegó por los siete mares en busca de nuevos tesoros; llegó a ser conocido como el más grande aventurero de toda la historia.

La codicia y el orgullo terminaron con Sancho.

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5 comentarios en «El tesoro de las islas Serpiente»

  1. La sangre convoca y los genes se entrometen en todo, en algunos casos, como este, es para bien. Felicitaciones, hijo, Colombia quiere un segundo Nobel en literatura. Gabo no comenzó a ser publicado tan temprano como tú, su primera publicación fue cuando tenía 20 años. Bendiciones.

  2. Historia llena de fantasía con una gran analogía.
    ¡Felicitaciones, joven escritor!, que la fuente de su inspiración sea inagotable.
    Ojalá su producción literaria sea más frecuente.
    Reciba mi abrazo repleto de admiración desde México.

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